La Organización Internacional de las Naciones Unidas nos recuerda, cada día 1 de marzo, cuánto nos queda aún por recorrer.
La discriminación por razón de sexo, raza, color, origen étnico o social, características genéticas, lengua, religión, convicciones, opiniones, pertenencia a minoría, nacimiento, discapacidad, edad, orientación sexual o diversidad cultural, religiosa o lingüística, ha condenado a muchas personas a una vida de dolor, cuando no a la privación de libertad e incluso a la muerte.
Nuestros esfuerzos no solo deben centrarse en seguir avanzando en la lucha contra los prejuicios y el estigma, sino también en reforzar y proteger cada uno de los logros alcanzados, porque en el terreno de la discriminación -como los acontecimientos se encargan de demostrarnos una y otra vez- es fácil retroceder cuando las cosas se complican.
Los prejuicios son fruto del desconocimiento. El desconocimiento produce temor y esto, a su vez, tiñe la ignorancia de una dañina imagen estereotipada y simplista de la realidad. Acerquémonos a los otros con la mente abierta. Démosles y démonos a nosotros mismos la ocasión de conocer. Las diferencias nos enriquecen como individuos y como sociedad. Seamos ricos en diversidad para disfrutar de una vida plena.