El efecto mágico de las canciones
A raíz de nuestra experiencia con las familias nos ha sorprendido los pocos padres y madres que cantan canciones a sus hijos, lo que nos llama la atención ya que el deseo de cantar es consustancial al ser humano, algo tan natural en la crianza de nuestros pequeños como el deseo de acariciarlos.
Cuando profundizamos en esta cuestión con las familias, llegamos a la conclusión de que esos momentos de interacción entre padres e hijos están siendo sustituidos por la tecnología. Muchas familias nos comentan que sus hijos acceden a las canciones a través de los vídeos de Youtube. Esos vídeos pueden ser una ayuda, pero jamás podrán sustituir el efecto que la voz de los padres provoca en sus hijos desde el mismo momento de su nacimiento.
Pensemos en nuestra propia infancia y acudirán de inmediato a nuestra mente recuerdos de bandas sonoras muy concretas, vinculadas con momentos emocionalmente significativos que compartimos con personas queridas. Recordamos a mamá, a papá, a la abuela, a un hermano… ¿Puede la tecnología sustituir esta emoción? Definitivamente no.
Antes incluso de nacer estamos conectados con el sonido rítmico del latido del corazón y la respiración materna. Y tras el nacimiento es la voz, el olor y el contacto con la piel de la madre lo que nos da seguridad y nos permite adaptarnos a la vida fuera del útero. No olvidemos que el niño nace sin conocer otra cosa que las sensaciones que ha sentido en el vientre materno. Todo es nuevo para él pero, afortunadamente, cuenta con cinco sentidos (aún en desarrollo) que le permitirán conocer el mundo.
Durante los primeros años de vida, el niño adquiere la madurez auditiva necesaria para aprender algo tan característicamente humano como el lenguaje. Pero el canal auditivo no sólo interviene en la producción del lenguaje, sino en muchos otros aspectos de relevancia en nuestra interrelación con el mundo circundante, como la capacidad de ubicarnos, de mantener el equilibrio o de anticipar lo que va a suceder. Así, el sonido del agua al caer anuncia el momento del baño; la nana que me canta papá me ayuda a dormir; cuando tiro un objeto, hace ruido y me río… El sentido del oído nos abre un polifacético mundo sonoro de gran importancia para el desarrollo físico, cognitivo y emocional. Pensemos, por ejemplo, cuando el niño se despierta -alertado quizás por un sonido- y percibe el olor de las tostadas de mamá. Lloriquea reclamando su atención y siente el tacto de la piel materna cuando mamá lo toma en brazos. Adivina entonces las facciones de su cara, escucha su voz y saborea su desayuno. Así conoce el mundo. Esta estimulación multisensorial actúa como argamasa de nuestros recuerdos: una canción nos llena de emociones y un olor nos traslada de inmediato a la casa del pueblo llena de juegos infantiles.
¿Qué beneficios emocionales aporta cantar?
Cuando una madre canta a su hijo se crea un momento de profunda conexión. La corteza cerebral infantil se activa y el niño, de forma natural, sigue la melodía, el ritmo y la letra, hasta acabar aprendiéndola. Mientras escucha una canción, tu hijo adquiere lenguaje a todos los niveles, sin esfuerzo alguno. Si te detienes en medio de la canción, te reclamará más; si dejas una frase por acabar, la terminará; si la canción tiene gestos asociados, te imitará.
Estudios realizados con niños de pocos meses capaces de sostenerse sentados muestran cómo se mueven espontáneamente al ritmo de la música sin que nadie se lo haya enseñado. Si a este estímulo sonoro añadimos la emoción de estar con mamá, el aprendizaje está asegurado. El niño se familiariza con el ritmo y cadencia de la voz de su madre cuando esta habla, pero también cuando canta. Distingue si mamá está contenta o nerviosa no por las palabras en sí, sino por la entonación y el ritmo, por la música de su voz. Si tenemos en cuenta que la población adulta recibimos el 80-90% de la información a través del lenguaje no verbal, imaginemos cuál será el porcentaje en el caso de un bebé o de un niño con dificultades para entender las palabras.
La música y las canciones compartidas son un regalo para toda la familia. Si en casa tenemos un ambiente musical, brindamos al niño una estimulación que le acompañará toda la vida. Incluso personas con graves pérdidas de memoria son capaces de recordar con exactitud la letra de canciones que relacionan con momentos especiales de su vida. La capacidad de reproducir canciones permanece incluso cuando el lenguaje no está presente.
Con esta actividad ancestral, que comparten todas las culturas, estimulamos la atención, la memoria, el ritmo, la anticipación de lo que sucederá y, cómo no, las relaciones afectivas entre padres e hijos.
No hay disculpa que valga…
Entonces, ¿por qué algunos padres no cantan a sus hijos? Oímos todo tipo de disculpas: «Es que canto muy mal», «Es que no me sé canciones», «Es que a mi hijo le gusta más verlas en el móvil», «Es que…». Os animamos a probar y observar la reacción de vuestros hijos. Estoy segura de que os sorprenderá. Y no hay disculpa que valga: a tu hijo no le importa si cantas bien o mal, todo el mundo sabe alguna canción y todo el mundo puede cantar. ¡Todo el mundo! No privemos a nuestros hijos de esa experiencia. Diría más: no nos privemos a nosotros mismos de esa experiencia como padres. No es necesario cantar nanas; también vale la música que escuchamos y tarareamos en el coche. Lo que el niño necesita es compartir una canción con sus padres y seres queridos. Nada le importa si es una sinfonía o una canción que canta la abuela. Cantar juntos es una gran regalo para ellos, pero también para nosotros.
¿Qué, cómo, dónde canto?
No importa el momento, el lugar o el tipo de música. Cualquier ocasión es buena. Basta con que nos apetezca hacerlo. A continuación os propongo e invito a probar algunas sugerencias para sacar el máximo partido de esa experiencia:
- Mantén contacto visual: Siéntate en el suelo frente al niño, tenga la edad que tenga, para mantener el contacto visual mientras cantamos.
- Canta canciones que llamen la atención de tu hijo: los gustos son algo personal y no a todos los niños les gusta lo mismo. Ten en cuenta los preferencias de tu hijo.
- Haz mímica: realiza gestos con las manos y mímica facial. No tardará en imitarte.
- Percusión: realiza sencillos ejercicios de percusión sin música para que el niño los imite.
- Varía la entonación: juega con la voz y la entonación.
- Repite la canción: al igual que ocurre con los cuentos, a los niños les encanta que repitamos una y otra vez la misma canción, porque cada vez la conocen más y la pueden seguir mejor.
- Detén la canción: hazlo en un momento inesperado para que el niño pueda acabarla.
- Cántale canciones de falda: no hay nada que guste más a tu hijo que sentarse en tu regazo y que le cantes canciones sencillas acompañadas de movimientos repetitivos, desequilibrios, contacto físico y cosquillas.
- Esconde muñecos musicales: buscar y encontrar juguetes musicales por la casa en una divertida actividad.
- Asocia una canción con cada momento del día: esto ayuda a los bebés y niños a saber qué toca en cada momento: despertarse, recoger los juguetes, bañarse, ir a dormir…
- No olvides el baile: elige una canción que te guste para bailar con tu hijo en brazos.
- Hazte con un repertorio musical variado: un buen repertorio adaptado a los distintos momentos y estados de ánimo será una herramienta valiosa para canalizar las emociones durante todo el ciclo vital.
En BlaBla utilizamos la música en las sesiones de musicoterapia, logopedia y psicología para estimular múltiples aspectos cognitivos, motrices, emocionales y del lenguaje. Queremos que las familias sean conscientes del valor de la música (y las canciones) en la crianza de los niños y que no desaprovechen este eficaz recurso que acompaña al hombre desde tiempos ancestrales.
Disfrutemos de la música a lo largo de toda nuestra vida: compartiendo nanas cuando nuestros hijos son pequeños; canciones de adolescentes más adelante y, ¿quién sabe?, quizás conciertos al aire libre cuando sean adultos.
Eva Estrada (Logopeda)