En posts anteriores hemos hecho referencia a la importancia de la función de los padres como «coterapeutas» en la intervención del niño con TEL, y al cometido de los profesionales que atienden a vuestros hijos de formaros y entrenaros para que la colaboración familia-terapeuta sea todo un éxito.
La formación de padres de niños con trastorno del lenguaje empieza con lo que denominamos «romper el patrón».
Ir más allá de la intención comunicativa
Todo padre o madre tiene la necesidad de comunicarse con sus hijos. Que la comunicación sea verbal, no verbal o «estilo indio» es algo secundario. Lo que prima es la intención comunicativa y no solo desde el punto de vista práctico, sino también afectivo.
Como padres, conocemos –de forma más o menos explícita– las dificultades de nuestro hijo o hija, y para facilitar la comunicación, adaptamos nuestro lenguaje de forma que su compresión le resulte más sencilla y eficaz. Nuestra intención no es mantener una conversación bien estructurada, con un lenguaje exquisito, sino hacernos entender por nuestro hijo.
Esto, que en principio puede parecernos buena idea y que aparentemente facilita la fluidez de la interacción es, desde el punto de vista del lenguaje, un palo en la rueda del desarrollo lingüístico de nuestros hijos. ¿La razón? Estamos ofreciéndoles un modelo incompleto e inmaduro y, al hacerlo, impedimos que el niño aprenda.
Algunas diferencias educativas
Estudios comparativos ponen de manifiesto las diferencias de comportamiento entre las familias de niños normotípicos y niños diagnosticados de trastorno del lenguaje.
En el primer caso, los padres realizan correcciones gramaticales del tipo «esto se dice así o de esta forma» y advierten a su hijo si ha conjugado indebidamente un verbo o colocado mal el artículo o si ha utilizado el masculino en lugar del femenino, por ejemplo. Aprovechan la interacción comunicativa con el niño para reforzar su desarrollo lingüístico.
Los papás con hijos TEL, en cambio, centran la interacción con el niño en la comunicación exclusivamente. Apenas se producen correcciones gramaticales, del léxico o del contenido. Sin esas directrices, el niño no sabe qué errores comete ni tampoco tiene un modelo adecuado de referencia.
Quiero que os fijéis en cómo la percepción de ciertas dificultades en nuestro hijo condiciona nuestro comportamiento comunicativo. Aquí es donde nosotros, los psicólogos y logopedas, iniciamos la tarea de romper patrones.
¿Qué hago mal?
¿Queremos decir con esto que lo estáis haciendo mal? En absoluto. Un padre o una madre con un hijo TEL lo hace igual de bien que un padre o una madre con un niño normotípico. Ningún niño TEL lo es como resultado de su relación con mamá o papá. Y papá y mamá siempre van a hacer lo que consideran mejor para sus hijos. Simplemente necesitan unas pautas para hacerlo aún mejor. Como principales estimuladores del niño, necesitáis aprender a «desajustaros» de vuestro hijo. Vuestro objetivo es la comunicación, pero también favorecer en el niño una adecuada adquisición del lenguaje.
Tras la consulta inicial con la familia y después de haber realizado la primera valoración del niño comienza el proceso de desajuste. Como parte del mismo, os aportamos una serie de pautas y estrategias. A continuación hago una breve descripción de algunas de ellas.
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Fomentar los formatos
El niño TEL necesita crear formatos. Por regla general, el niño aprende el lenguaje ligándolo a escenas, situaciones, contextos. Cuando una mamá le dice a su hijo «¡A comer!», el niño visualiza una escena automáticamente en la que reproduce una serie de actos que tiene automatizados y ligados a esa palabra («me levanto, me lavo las manos, me pongo el babero, me siento…»). Estos formatos que, en principio, se producen de forma natural en el niño con desarrollo normotípico, hay que estimularlos en los niños con trastorno del lenguaje. Tenemos que fomentar los formatos, las escenas, los hábitos que acompañen y refuercen el lenguaje de forma sistemática.
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Servir de modelo
Todos los niños aprenden por imitación. El niño con desarrollo normotípico puede necesitar dos o tres exposiciones a una palabra (basta con que escuche un par de veces el término «silla» para entender que es el objeto sobre el que se sienta). El niño TEL necesitará escuchar esa palabra doce, quince o veinte veces para integrarla en su léxico.
Por eso necesitamos que los padres ofrezcáis un buen modelo, y con esto no nos referimos a un modelo comunicativo –sabemos que eso lo hacéis perfectamente– sino a un modelo gramatical. No desaprovechemos las intervenciones con nuestro hijo para enseñarle a construir una gramática correcta.
Ofreceremos a nuestros hijos un modelo sencillo (lo que no significa simple). No importa que sean dos palabras y, a partir de ahí, vayamos ampliando. Volveremos cíclicamente sobre lo mismo para consolidar aprendizajes, sin retrocesos ni dejar de utilizar artículos o emplear los verbos en infinitivo. Escucharemos atentos lo que el niño nos dice y se lo devolveremos reformulado correctamente y, si es posible, un poco más ampliado.
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Repetir, repetir y repetir
La repetición funciona muy bien con el niño TEL. Sabemos lo que le cuesta asociar un concepto con su etiqueta verbal, por eso es imprescindible volver una y otra vez sobre lo mismo. Aquí no vale el «ya lo ha aprendido, pasemos a otra cosa». La estimulación tiene que ser cíclica: cada cierto tiempo habrá que refrescar lo que parecía adquirido.
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Apoyo visual
En particular, si el niño es pequeño. Aunque tu hijo no tenga lenguaje, entiende el mundo. Empezaremos trabajando sobre el entorno inmediato, el mundo que le rodea. Nos focalizaremos en lo que el niño ve, siente, toca y manipula. Es lo que llamamos «lenguaje contextualizado». Una vez que se haya familiarizado con el, iremos descontextualizándolo para referirnos a cosas que no conoce o no ve.
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Habla lenta
Hablar lento cuesta mucho porque cada uno de nosotros tiene su ritmo particular. Pero el niño TEL entiende mucho mejor el habla lenta y además le resulta más fácil aprender nuevo léxico. Una de sus grandes afectaciones es el bucle fonológico, por lo que analizar una cadena de sonidos es una ardua tarea. Cuanto más espacio dejemos entre las vocales, más fácil le resultará ese proceso de discriminación. Tu logopeda te explicará y entrenará contigo la forma más eficaz de hablar con tu hijo.
Debemos evitar que el niño desarrolle y se especialice en un sistema alternativo de comunicación sofisticado con el que consiga hacerse entender. Nos encontramos con niños en consulta que son auténticos «mimos», capaces de construir un discurso completo encadenando gestos.Tenemos que evitar la instauración de este tipo de sistemas. El niño optará por el camino más fácil, y si se hace entender así, no tendrá necesidad de aprender la forma verbal.
El modelo debe ser implícito, sin entrar en correcciones directas que provocan el rechazo del niño y no generan aprendizaje alguno. La reformulación (devolver al niño lo que nos ha dicho pero con una construcción correcta) y la estimulación focalizada (utilizando, por ejemplo, otra entonación para destacar la palabra que falta o ha dicho mal) son grandes aliados del terapeuta y también de los padres.
La intervención del lenguaje en casa debe ser cuidadosa: aprovecharemos toda situación de interacción verbal para reforzar el aprendizaje, pero sin pisar la comunicación y la cuestión afectiva. Tenemos que escuchar lo que nuestro hijo quiere decirnos. Muchos padres no escuchan; simplemente anticipan la respuesta del niño, si dejarle espacio para que se exprese, aunque sea con lengua de trapo. Tenemos que corregir, sí, pero la corrección no puede pesar más que la comunicación.
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