Durante los talleres de formación de familias fomentamos la intervención de los papás y mamás porque estamos convencidos de que las preguntas que plantean y sus experiencias de primera mano son de gran utilidad para el resto de los participantes. En las líneas siguientes recogemos algunas de las preguntas formuladas durante el taller «TEA y terapia semi-intensiva».
[1] Mi hijo fue diagnosticado inicialmente de retraso madurativo y posteriormente de TEA. Da la impresión de que, a estas edades tempranas, se mete a todos los niños en el saco del «retraso madurativo».
[2] Al descomponer las tareas para facilitar aprendizajes complejos, ¿utilizáis apoyo visual?
[3] Mi hijo está obsesionado con los trenes. Cuando premio sus logros con un tren (lo que más le gusta), ¿no estoy reforzando esa conducta obsesiva?
[4] Mi hijo realiza distintas actividades dependiendo de que esté con su padre o conmigo: con su padre juega mientras conmigo realiza rutinas, tareas, etc.
[5] Mi peque de tres años ha empezado a trabajar con pictos y noto mejoría: está más tranquilo y responde mejor, pero no sé cómo organizarme para aplicarlos en casa.
[6] Mi hijo se suelta de la mano cuando vamos al parque y sale corriendo sin hacer caso a mis llamadas.
Mi hijo fue diagnosticado inicialmente de retraso madurativo y posteriormente de TEA. Da la impresión de que, a estas edades tempranas, se mete a todos los niños en el saco del «retraso madurativo».
Muy buena observación. En edades tan tempranas es difícil diagnosticar un TEA. Algunos síntomas como a los que hacíamos referencia antes -autolesiones o rabietas muy fuertes, por ejemplo- pueden facilitar el diagnóstico. Pero cuando el niño presenta una afectación motriz y se desconoce hasta qué punto esta condición está afectando a otros aspectos del desarrollo, suele diagnosticarse como retraso madurativo. De hecho, hay muchos retrasos madurativos que no desembocan en TEA, por eso los profesionales somos muy prudentes a la hora de establecer este diagnóstico en niños pequeños, salvo que los síntomas sean muy claros.
Sin embargo, lo realmente importante en estos casos es realizar un buen estudio del niño y empezar a trabajar las áreas afectadas de forma adecuada y sistemática para que, con independencia de que finalmente desemboque o no en TEA, el niño reciba sin demora el tratamiento que necesita.
Los profesionales tenemos que escuchar con atención a los papás que, como expertos en vuestros hijos, sois los primeros en observar comportamientos que disparan las alarmas. Cuando nos explicais lo que les pasa a vuestros niños nos encamináis hacia el diagnóstico, pero sobre todo, hacia el tipo intervención más adecuado.
Al descomponer las tareas para facilitar aprendizajes complejos, ¿utilizáis apoyo visual?
Depende de cada niño. Hay niños que necesitan apoyo visual para realizar esa secuenciación, pero muchos otros no, y al presentarles ese apoyo se quedan «enganchados» en la imagen. Con frecuencia, el simple gesto basta para que comprendan el encadenamiento. A veces utilizamos muchas imágenes que no son necesarias para realizar una tarea. Y puede ser difícil retirar esa ayuda visual si el niño se acostumbra a ella. Tenemos que valorar qué es lo mejor para cada niño. Muchas veces la motivación basta para aprender el encadenamiento. Esas ayudas son innecesarias y terminan formando parte de la decoración del aula o de la habitación.
Mi hijo está obsesionado con los trenes. Cuando premio sus logros con un tren (lo que más le gusta), ¿no estoy reforzando esa conducta obsesiva?
En este caso se mezclan dos cuestiones diferentes. Debemos utilizar el refuerzo positivo siempre: es la mejor forma de aprender. Antes os puse un ejemplo ilustrativo: es mucho más probable que yo aprenda inglés (idioma que se me da fatal) si tengo que utilizarlo. Todos necesitamos refuerzos y los niños con TEA mucho más. Cuáles son esos refuerzos es otra cuestión. Debemos tener gran variedad de refuerzos, porque el que funciona hoy, no tiene por qué funcionar mañana. El refuerzo que tan buenos resultados me proporciona en este momento, puede no ser eficaz dentro de unos días. Si disponemos de multitud de refuerzos podremos ir rotándolos.
Cuando el niño siente obsesión por un objeto -como es el caso de tu hijo- habrá que estudiar la conveniencia de utilizarlo o no. Cuando el pensamiento es muy rígido puede suceder que la presencia de ese refuerzo le impida seguir trabajando porque se queda enganchado en él. Por consiguiente, no es eficaz. Tienes que buscar otro o condicionar refuerzos de forma que lo que ahora no le gusta, empiece a gustarle. En este condicionamiento de refuerzos, los trenes sí tienen sentido, pero de este tema hablaremos en otro taller.
Los intereses restringidos pueden limitar el aprendizaje y, en ese caso, tenemos que retirarlos.
Mi hijo realiza distintas actividades dependiendo de que esté con su padre o conmigo: con su padre juega mientras conmigo realiza rutinas, tareas, etc.
Antes hice referencia a la dificultad de generalización. De hecho, incluso en familias en las que papá y mamá conviven juntos, el niño hace determinadas actividades con uno de los padres y puede mostrarse reacio a hacerlas con el otro. De ahí la importancia de que el equipo que trata al niño esté integrado por varias terapeutas, porque puede ocurrir, por ejemplo, que con una de las terapeutas quiera hacer un puzle y con otra no. ¿Por qué ocurre esto, si es el mismo puzle y ambas profesionales le piden lo mismo? La respuesta es que son dos personas diferentes que utilizan refuerzos diferentes y estos niños tienen especial dificultad para generalizar. Os pongo un ejemplo extraído del gabinete: una niña hacía una actividad con su terapeuta a la que funcionaba muy bien el refuerzo de levantarla en el aire entre exclamaciones de alegría. Sin embargo, este mismo refuerzo no funcionaba con la otra terapeuta; es más, la niña se negaba a que la levantase en brazos. Vemos aquí, una vez más, la dificultad de generalizar. El problema se resolvió haciendo que las dos terapeutas participasen en la actividad con la niña y utilizasen el mismo refuerzo: la pequeña acabó aceptándolo.
Cuando los padres viven en hogares diferentes nos encontramos con dos personas distintas, dos comportamientos distintos y dos entornos distintos. Sería útil que papá hiciese cosas que hace mamá y mamá cosas que hace papá. Si las circunstancias os permiten acordarlo, un enfoque compartido beneficiaría a vuestro hijo, porque le ayudaría a generalizar y aplicar los aprendizajes adquiridos en otros entornos.
Mi peque de tres años ha empezado a trabajar con pictos y noto mejoría: está más tranquilo y responde mejor, pero no sé cómo organizarme para aplicarlos en casa.
Desde la experiencia te digo que no tenemos que volvernos locos con los pictos. Los padres observamos que los pictos funcionan y entonces sacamos un grueso cuaderno lleno de pictos como si eso fuese la panacea. Debemos utilizar bien los pictos y para los cometidos para los que están indicados: ya sea como agenda/horario, ya sea como sistema alternativo de comunicación (lo que nos daría para otro taller y que no viene al caso en este momento, porque hablamos de los pictos como sistema para organizar el día).
Lo primero que tienes que hacer es coordinarte con la P.T. de tu hijo para saber qué pictos está utilizando en el cole y cómo se los está enseñando. Así podrás hacerlo de la misma manera. Piensa que lo que tu hijo aprende en el colegio tal vez no lo replique en casa, porque tiene dificultades para generalizar. Por ello, el primer paso será coordinarte con la P.T. Tal vez haya preparado una tabla horaria (primero asamblea, después P.T., a continuación recreo…) que tú también puedes aplicar en casa (primero desayuno, después me visto, después voy al cole…). O, aunque tu hijo todavía es muy pequeño, organizarla por días de la semana (lunes parque, martes terapia, miércoles piscina…). La anticipación, el saber lo que toca en cada momento, les produce gran tranquilidad. De hecho, es algo que también nos pasa a los adultos. Estoy convencida de que la P.T. te ayudará muchísimo en la elaboración de una agenda visual para casa.
Mi hijo de tres años se suelta de la mano cuando vamos al parque y sale corriendo sin hacer caso a mis llamadas.
El escapismo es una cuestión peliaguda y peligrosa ya que, por mucho que llames a tu hijo, no va a hacerte caso. Es necesario hacer un entrenamiento específico del paseo, porque la cuestión lo merece. A grandes rasgos, lo que hacemos en el gabinete es descomponer el paseo «en trocitos» y premiar cada logro. Está claro que mi primer objetivo no será ir al Corte Inglés y volver sin que el niño se suelte de la mano: será ir a la esquina y volver a casa. Para ello, comenzaremos utilizando una instrucción clara y corta del tipo «Hugo, coge mi mano» (ten en cuenta que el niño solo tiene tres años). Puedes enseñarle un picto con una pequeña historia social, como ir al parque, y permitirle que lleve en la mano algo que le gusta (recordad lo que hablábamos antes de la variedad de refuerzos). Trabajar los semáforos también es importante. Lo que tiene que tener claro es que escaparse es innegociable. No hay castigo, pero sí retirada del reforzador, haya pataleta o no. El escapismo es un tema muy serio, por lo que os recomiendo que, si es necesario, solicitéis ayuda.
Eva Estrada (Logopeda)