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TDAH: mejorar el rendimiento en casa

Días atrás presentaba, bajo el título «Mejora tu rendimiento hasta un 20%», un decálogo de buenas prácticas que ayudarán a que vuestros hijos, tengan o no TDAH, se enfrenten en perfecta forma a cualquier tarea y, en particular, a las escolares.

En este post me centraré en el niño con TDAH en concreto, por lo que las pautas siguientes tienen por objeto mejorar su rendimiento en todos los ámbitos de su vida cotidiana.

Pautas específicas para niños con TDAH

  1. El niño necesita saber qué le está pasando. Hasta los 10-12, el niño no ha desarrollado aún la capacidad de autocrítica y el concepto que se forma de sí mismo se basa en lo que «ve que los demás ven en él». Es importante, por consiguiente, que sepa que tiene una dificultad concreta y cuál es el cuadro de síntomas (adaptaremos la explicación en función de su edad), porque de lo contrario atribuirá lo que le pasa a causas que le harán mucho daño.
  2. IMPORTANTE: hasta los 10-12 años la autoestima se construye a través del mensaje externo.

  3. No más mensajes negativos. Cuando digo esto no me refiero solo a frases del tipo «¡Qué malo eres!» o «No haces ningún esfuerzo por concentrarte» (que son más fáciles de evitar al producirse en situaciones concretas), sino a algo mucho más sutil que impregna nuestras conversaciones con el niño. Pensemos, por ejemplo, en el momento en el que recogemos a nuestros hijo o hija en el colegio. Lo primero que solemos preguntar es «¿Cómo te has portado en el cole?». Esta frase tiene un mensaje implícito: asumimos que lo habitual es que no se comporte bien en clase. Y si el niño ha tenido además un problema en el colegio, es lo primero que sacamos a colación tan pronto lo vemos. Hemos de cuidar este tipo de comentarios. Podemos plantear el asunto después o hacerlo de otra manera, pero nuestra primera interacción será interesarnos por otras cuestiones como, por ejemplo, cómo lo ha pasado en el patio o qué le apetece merendar, porque tiene que saber que también eso nos importa.

  4. Aprovechemos cualquier momento para reforzar los puntos fuertes y sacar el máximo partido de lo que le gusta. Si tu hijo o hija es de los que parece no gustarles nada, es imprescindible que la familia actúe como elemento generador de movimiento y de situaciones de aprendizaje, preferiblemente con componente motor (pueden ser útiles frase del tipo «Como no tienes muy claro lo que te gusta, vamos a probar esto a ver que tal»). Ya habrá tiempo de desapuntarlo si no es lo suyo.

    No esperemos a que nuestro hijo o hija nos diga que quiere apuntarse a una actividad, porque muchos niños carecen de iniciativa, ya que la capacidad de iniciar una conducta también tiene mucho que ver con las funciones ejecutivas que, como sabemos, están afectadas en mayor o menor medida.

  5. IMPORTANTE: todos, niños y adultos, somos seres motores, por eso nos sentimos bien cuando «hacemos».

    Quiero hacer aquí especial referencia a las actividades extraescolares. Las familias nos preguntan con frecuencia si son o no beneficiosas para los niños con TDAH o si supondrán una carga adicional a un horario de por sí complicado.

    Mi respuesta es sí a las actividades extraescolares siempre y cuando su propósito sea hacer que el niño se sienta bien y mejoren su autoestima. No elegiremos, por tanto, inglés o apoyo a la lectura o a las matemáticas como extraescolares, porque no haremos más que prolongar el tiempo de malestar. Elegiremos actividades que gusten a nuestros hijos y mejor aún si destacan en ellas. Si además tienen que ver con el deporte, mejor que mejor.

  6. Lo que pasa en el cole se queda en el cole. Pensemos en una situación habitual: la profesora nos cuenta que nuestro hijo ha tenido una discusión en el patio con otro niño. Durante el camino a casa sacamos el tema, volvemos a sacarlo durante la merienda y, probablemente, hacemos referencia al mismo en la cena.

    Nuestros niños con TDAH ya lo pasan suficientemente mal en el colegio tratando de adaptarse durante ocho largas horas al día a un contexto que les resulta muy difícil desde cualquier punto de vista (académico, social, emocional…). Cuando llegan a casa deben sentirse en un entorno seguro, por lo que sobra el que sigamos machacándoles con la misma cantinela.

  7. Busquemos momentos fuera de la zona de conflicto. La vida de los niños hiperactivos (que suelen tener problemas de conducta) es un conflicto constante. Los padres y educadores tenemos que ser capaces de encontrar contextos y experiencias en las que nuestros niños se sientan felices y tranquilos. Disfrutemos con ellos en esos momentos sin tocar temas espinosos (que tengan que ver con el colegio o con otras situaciones conflictivas).
  8. Establezcamos pactos y señales que identifiquen los diferentes estados emocionales. Es improbable que el niño sea consciente de su nivel de activación en un momento determinado, así que podemos facilitarle las cosas a través de recordatorios que hayamos establecido previamente.

  9. Previsión de situaciones novedosas o complejas. Como sabemos, el TDAH afecta al desarrollo de las funciones ejecutivas. Las situaciones novedosas ponen siempre en marcha estas funciones, por lo que son especialmente complicadas para el niño con TDAH. Tengamos en cuenta todo aquello que podamos anticipar y que previsiblemente pueda conducir a un fracaso para contar con una estrategia que salve la situación.

No quiero concluir este post sin hacer una reflexión sobre el equilibrio emocional del niño con TDAH.

Si algo podemos decir es que la relación esfuerzo-resultado es desproporcionada en el niño con TDAH. El esfuerzo que tiene que hacer para alcanzar unos resultados, a menudo mediocres, es muy desgastante. Esta experiencia de fracaso continuado eleva los niveles de estrés y ansiedad y conduce a la depresión.

¿Cómo perseverar cuando se requiere tanto esfuerzo?

Esta es la pregunta que tenemos que plantearnos: ¿Se puede ser perseverante en estas condiciones?

Pongámonos en la piel de una persona (niño o adulto) que se esfuerza una y otra vez por hacer las cosas bien y el resultado es desalentador. ¿Cuánto tiempo tardará (o tardaríamos cualquiera de nosotros) en preguntarse «¿Para qué intentarlo de nuevo si me va a salir mal?»

Por ello, la equidad debe prevalecer sobre la igualdad (en casa y en el colegio). Una educación igualitaria no beneficia a los niños con TDAH (o con otros trastornos). Hemos de tratarlos con equidad, teniendo en cuenta sus características y necesidades y que el esfuerzo que deben realizar para conseguir resultados es muy superior al que exigimos a sus compañeros.

Algunos profesores alegan que este enfoque no es más que un buen propósito imposible de llevar a la práctica porque habría que hacerlo con todos los alumnos. Mi opinión es que, efectivamente, un enfoque equitativo beneficiaría a todos los niños. Pero, si amparándonos en que su aplicación al conjunto de la clase no es posible, damos de lado a los niños con TDAH, pecaremos de injustos, porque les estamos pidiendo un esfuerzo muy superior al de sus compañeros.

De cualquier forma, esto no solo atañe a los profesores. También nosotros, padres, madres y educadores en general, debemos ser conscientes de las dificultades de nuestros hijos y actuar en consecuencia.

Iciar Casado (Psicóloga)


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