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Signos de malestar emocional en el niño con TDAH

Por regla general, las familias creemos que cuando si nuestros hijos están mal emocionalmente, se mostrarán tristes. Esto no es así: el niño se muestra enfadado. El enfado continuado es un síntoma claro de que nuestro hijo o hija están atravesando un mal momento. En el niño con TDAH el malestar se acompaña además de un aumento de las dificultades ejecutivas que ya observábamos anteriormente: mayor irritabilidad e inquietud, mayor inatención, más problemas para organizarse, etc. aunque, como estos síntomas siempre han estado presentes, pueden pasar desapercibidos. Si el niño está supeditado por completo a sus emociones (lo que conocemos como secuestro emocional) es recomendable acudir a un especialista para descartar la existencia de una depresión infantil.

SECUESTRO EMOCIONAL
Si el niño está supeditado por completo a sus emociones es recomendable acudir a un especialista para descartar la existencia de una posible depresión infantil.

Qué podemos hacer para reducir el malestar del niño

  • Ofrecerle un ambiente tranquilo. Hablamos de niños que carecen de control inhibitorio y que, por consiguiente, perciben con gran intensidad todos los estímulos externos. Su reacción ante un entorno desequilibrado, con gritos frecuentes, sin rutinas o con límites poco claros será muy exacerbada. Evitemos, por tanto, las regañinas continuas, el tono de voz elevado y las respuestas explosivas. El modelo del adulto siempre es importante, pero mucho más en el niño con TDAH, debido a la inmadurez de su sistema de control inhibitorio. Como todos los padres sabemos, cuando un peque hace algo mal y el adulto se enfada y grita, el niño acaba gritando más y activando más componente motor, se exacerban las emociones y no hay manera de que nos escuche.

  • Establecer pactos y señales para identificar los diferentes estados emocionales. Es improbable que el niño con TDAH sea consciente de su nivel de activación en un momento determinado, así que podemos facilitarle las cosas a través de recordatorios que hayamos establecido con él previamente.

  • Anticipar situaciones novedosas o complejas. Como sabemos, el TDAH afecta al desarrollo de las funciones ejecutivas. Las situaciones novedosas ponen siempre en marcha estas funciones, por lo que son momentos especialmente complicados para el niño con TDAH. Anticipemos aquello (por ejemplo, si organizamos la visita de un amiguito) que puede conducir al fracaso para contar con una estrategia que salve la situación. Evitaremos de esta forma la sensación habitual en el niño de «siempre lo hago todo mal».

Cómo favorecer el equilibrio emocional

¿Cómo ayudamos al niño o niña con TDAH a manejar las emociones?

Tal como lo haríamos con cualquier otro niño:

  1. Validando las emociones. Las personas necesitamos conectar emocionalmente. De nada vale que tratemos de dar consejos si previamente no hemos conectado con la emoción del otro, porque la percepción que tendrá la otra persona es la de «No me entiendes». Necesitamos sentirnos entendidos. De ahí nuestra capacidad para empatizar.

    Esto es lo primero que tenemos que hacer con nuestros niños: entender que su emoción tiene un sentido y una razón de ser. No queremos que repriman las emociones, porque hay que expresarlas, sean las que sean.

  2. Reduciendo el nivel de activación. El niño con TDAH es como un coche de carreras: su activación emocional pasa de 0 a 100 en cuestión de segundos. Tenemos que ayudarle a reducir esa activación, ya que una emoción desenfrenada impide el razonamiento y cualquier intento por nuestra parte de decirle al niño lo que tiene que hacer no hará más que exacerbar ese estado emocional.
  3. Una vez que alcanzamos el estado en el que el niño ya puede razonar le explicaremos la relación entre la situación y la emoción.
  4. Por último, reconduciremos la conducta hacia la que sería deseable («Lo has hecho así, pero para la próxima vez intentaremos hacerlo de esta manera»).

Algunas estrategias para bajar el nivel de activación

No hay dos niños iguales. El diagnóstico de TDAH indica la existencia de una sintomatología y unas dificultades determinadas. Pero detrás del diagnóstico están Marta o Antonio: dos niños con sus características específicas. Tenemos tantos TDAH como niños hay en el mundo y cada uno de ellos requerirá su propia estrategia.

Es muy probable que los padres de niños con el trastorno estén familiarizados con estas estrategias, muchas de las cuales también utilizamos en el gabinete:

  • Contacto físico. ¡Cuidado! No funciona con todos los niños.
  • Permitir que el niño se aísle siempre que lo necesite. En ocasiones nos empecinamos en permanecer al lado de niño, cuando lo que este necesita es alejarse de cualquier estímulo. Si este es el caso, permitámosle estar solo (aunque cerca para poder ayudarle llegado el caso o evitar que pueda hacerse daño), porque esa su forma de reducir el nivel de activación.
  • Descarga activa de tensión: ejercicio, sacos de boxeo, bolas anti-estrés… Algunos niños se tranquilizan haciendo garabatos en un papel o manipulando plastilina, por ejemplo.
  • Técnicas de relajación como el «semáforo», la «tortuga», la «caja de la calma», etc.
  • Adaptación del espacio o disponibilidad de una zona de la casa preparada con el niño con todos aquellos objetos que le aportan calma y le ayudan a relajarse cuando lo necesita.

Icíar Casado (Psicóloga)


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