No debemos confundirlo con el retraso del habla que afecta al sistema fonológico exclusivamente. Esta alteración se manifiesta como retraso en la aparición o desarrollo del lenguaje (fonológico, morfosintáctico, semántico o pragmático) que afecta a la expresión y, en menor medida a la comprensión, sin que exista un trastorno generalizado de desarrollo o neurológico ni déficit auditivo. El niño muestra habla infantilizada, dificultades para utilizar artículos, pronombres, plurales o tiempos verbales, le cuesta relatar y explicar situaciones y acontecimientos, recurre a la mímica para compensar sus carencias en el lenguaje y le resulta difícil repetir palabras o frases sin significado. Con frecuencia se observan otros síntomas como retraso en la dominancia lateral, el desarrollo cognitivo y al aprendizaje lecto-escritor así como baja autoestima y dificultades para aprender las normas sociales y de conducta. Dependiendo del grado de afectación, hablamos de retraso leve, moderado o grave.
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