¿Qué son los problemas de conducta?
Hablar de problemas de conducta es algo así como referirnos a un «cajón de sastre» en el que metemos todos esos comportamientos que, por regla general, guardan relación con dos cuestiones concretas:
- la aceptación de normas y límites
- el respeto hacia los derechos del otro
Las respuestas agresivas, la irritabilidad, la impulsividad, la dificultad para tolerar la frustración o las rabietas son algunos comportamientos que podemos observar en nuestros hijos y que nos preocupan, aunque suelen ser transitorios y forman parte de su desarrollo natural. En algunos casos, sin embargo, no desaparecen, aumentan en intensidad y frecuencia y se generalizan a otros contextos de la vida del niño. Es entonces cuando hablamos de problemas y, si estos son severos y perduran en el tiempo, posiblemente de un trastorno.
Tanto si se trata de un problema de conducta como de un trastorno, debemos intervenir. Para ello, necesitamos contar con un modelo que nos ayude a comprender el origen del mismo.
Entre los muchos modelos existentes BlaBla ha optado la teoría de la coacción de Patterson, por su eficacia para explicar casi cualquier problema de conducta y las dinámicas que se generan en el seno familiar.
El temperamento del niño o niña marcará su estilo de interacción con sus progenitores. Algunos padres no saben responder a un temperamento infantil que demanda -en el mejor de los casos- dosis altísimas de paciencia. Incurren entonces en prácticas educativas ineficaces (estrategias basadas en la hostilidad, inconsistencias, relaciones poco afectivas, falta de supervisión de determinados comportamientos…) simplemente porque no saben hacerlo de otra manera. La combinación del temperamento del niño y de la respuesta educativa de los padres es el origen, muchas veces, de los problemas. La relación de coacción que se establece entre ambas partes no es más que un tira y afloja para controlar la conducta del otro: los niños quieren controlar los comportamientos de los padres y los padres quieren controlar los comportamientos de sus hijos. Surge entonces el conflicto y aparecen los primeros problemas de conducta.
Estos conflictos en el seno de la familia y los consiguientes problemas de conducta -porque el niño busca el control de forma poco adecuada- no se restringen al entorno familiar, sino que saltan a otros contextos, como el colegio o la relación con los iguales.
¿Qué abordaje utilizamos ante un problema de conducta?
Cuando los padres llegan a consulta preocupados por lo insostenible de la situación, se hace necesaria la intervención. ¿Pero qué abordaje utilizamos?
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En primer lugar, recogemos la preocupación de padres y madres que acuden con una elevada dosis de malestar emocional, tras haber intentado múltiples estrategias que no han funcionado -quizás porque no han dedicado el tiempo necesario o simplemente no eran buenas estrategias-, y con la desagradable sensación de haber perdido el control.
Nuestro objetivo inicial es «calmar las aguas» y que los padres entiendan que ese trayecto que han recorrido es normal y que, de hecho, lo comparten con la mayoría de las familias que nos visitan. Simplemente ha llegado el momento de detenerse, analizar la situación con objetividad e identificar una forma de educar a su hijo o hija más funcional y adaptada a sus necesidades.
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El paso siguiente consiste en analizar cómo es el niño o la niña con la que conviven, cómo son las rutinas que se dan en casa y cuáles son las dinámicas entre padres e hijos para establecer si conviene mantenerlas o, por el contrario, generar cambios.
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Una vez en disposición de esta información, analizamos las primeras conductas sobre las que queremos intervenir teniendo siempre en cuenta el temperamento y características particulares del niño, pero también de los padres, porque ellos serán nuestra «mano de obra» en casa. No podemos proponer estrategias que los padres no puedan cumplir debido a sus propias características.
- Una vez familiarizados con las características del niño y de los padres, y concretadas las conductas objeto de la intervención, introducimos herramientas contrastadas científicamente y, por tanto, eficaces en ese caso y con esa familia concreta.
Se asignan a los padres diversas tareas que habrán de realizar a lo largo de la semana, bajo la supervisión del terapeuta. A medida que se producen situaciones de éxito, se generan cambios que repercuten en la conducta del niño y modifican las dinámicas familiares.
La presencia del psicólogo como acompañante de ese proceso irá reduciéndose paulatinamente para ir dando mayor autonomía a los padres (espaciando, por ejemplo, los periodos de seguimiento) hasta que padres e hijos puedan volar solos.
Amplía este tema aquí:
→ Estrategias de modificación de conducta