Las pantallas generan un potente estímulo audiovisual con capacidad para captar nuestra atención durante periodos prolongados. Y esto no solo afecta a los niños.También los adultos les dedicamos cada vez más horas del día comprometiendo, entre otras cosas, la interacción con nuestros hijos que, a menudo, se sienten desplazados por este motivo.
Pero veamos la ilustración…
¿Cómo se desarrollan los hechos?
- Carla está viendo su programa favorito, nada menos que «Cómo ser una influencer».
- Mamá le pregunta si ha hecho los deberes.
- Al no recibir respuesta, repite la pregunta. Carla está a kilómetros de allí, exactamente en la playa por la que se pasea la influencer.
- Mamá pregunta de nuevo alzando la voz, pero la mente de su hija sigue en la playa.
- Tras varios intentos fallidos para atraer la atención de Carla, la madre decide cortar por lo sano y apaga la televisión
- Cuando eso ocurre, Carla regresa a la realidad con un soberano enfado.
Para desengancharnos de un estímulo tan potente como una tableta, el móvil o la televisión, y reconducir la atención hacia un nuevo estímulo, necesitamos echar mano de nuestras funciones ejecutivas.
En el ejemplo de la viñeta, Carla está «abducida» por un estímulo inicial poderosamente atractivo y debe tomar el control activo de la situación para dirigir su atención hacia otro estímulo bastante menos llamativo (su madre).
Como seguramente habrás observado, querido lector o lectora, muchos de nuestros niñ@s con TDAH se mantienen tan absortos en algunos estímulos que podría caer una bomba a su lado sin que se inmutasen. Esto se debe a su dificultad para tomar el control de la atención, desengancharla, reconducirla y volver a enfocarla en un estímulo diferente (lo que se conoce como switching). Si además ese segundo estímulo (en nuestro ejemplo, la madre de Carla) es poco novedoso, su impacto será prácticamente nulo.
Los adultos, sin embargo, acostumbramos a hacer una interpretación errónea de este comportamiento y lo achacamos a desobediencia o pasotismo. Se produce entonces el enfado y, con esta reacción, provocamos mayor activación en el niño que actúa cual caja de resonancia.
¿Cómo debemos actuar entonces?
- El primer paso es comprender que el niño está atencionalmente «secuestrado» y que nuestros esfuerzos para que nos preste atención mientras la televisión está encendida serán infructuosos.
- Empezaremos por captar su atención mediante contacto físico (basta con tocar el hombro) y estableciendo contacto visual.
- A continuación le pediremos que apague la televisión por sí mismo (el adulto se abstendrá de hacerlo).
- Una vez eliminado el estímulo distractor y reconducida la atención hacia el adulto, daremos la consigna deseada y nos aseguramos de que ha sido comprendida (formulando una pregunta, por ejemplo).
- Ahora puede volver a retomar lo que estaba viendo, si lo desea.