La rigidez que caracteriza a los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en áreas como la alimentación, los intereses restringidos o los comportamientos repetitivos, por citar algunas, les impide realizar las cosas de otra forma. ¿Pero cuál es la repercusión de que el niño opte siempre por la misma comida, juegue solo con peonzas que dan vueltas o cante exclusivamente la canción de la Vaca Lola?
Mientras el niño realiza esas actividades repetitivas que tanto le fascinan, se cierra a cualquier otro estímulo proveniente del entorno. El proceso de aprendizaje exige la exposición a situaciones, experiencias y personas diferentes. Durante la inmersión en un nuevo aprendizaje, el cerebro establece conexiones neuronales. Cada vez que el niño prueba un nuevo plato, incorpora un nuevo juego o aprende una nueva canción, generará conexiones sinápticas o fortalecerá las existentes.
Rutinas
Las rutinas son imprescindibles para cualquier niño: proporcionan un contexto estructurado y sensación de seguridad. El problema surge cuando la rutina alcanza niveles de rigidez que la convierten en la única realidad conocida por el niño, con exclusión de cualquier otra posibilidad. El niño TEA necesita rutinas, pero también adquirir la flexibilidad cognitiva necesaria para poder salir de ellas. Y necesita, sobre todo, aprender a generalizar, es decir, a trasladar conocimientos o habilidades aprendidas en un contexto específico a situaciones similares o relacionadas. La flexibilización y la generalización deben ser nuestra prioridad desde el minuto uno.
enero 3, 2024
