Una preocupación natural
Después de todo, el contexto familiar es muy diferente de cualquier otro. Y la interacción entre iguales es un desafío muy superior al de la relación entre padres e hijos.
En el seno de la familia, el niño aprende continuamente, tanto de forma consciente e intencional (a través de la escucha, las explicaciones o las diferentes alternativas que ofrecen papá o mamá, por ejemplo) como inconsciente (por la exposición repetida a los modelos de los progenitores). En este entorno seguro, experimenta a «pequeña escala» con aquellas herramientas y estrategias que posteriormente habrá de poner en marcha en otros contextos más exigentes.
Durante el proceso de educación, padres y madres se adaptan con frecuencia a sus hijos para facilitarles determinados aprendizajes. Esta adaptación no se producirá cuando el niño esté con sus iguales, ya que estos no realizarán ese esfuerzo.
Así que llegado el momento de trasladar las estrategias aprendidas en casa a un entorno bastante más retador, pueden darse dos escenarios:
1️⃣ el niño se enfrenta sin dificultad a las nuevas situaciones gracias a las estrategias aprendidas, o
2️⃣ las estrategias con las que cuenta no bastan para hacer frente a las situaciones novedosas. Surgen entonces las dificultades de interrelación con los otros y los probables sentimientos de fracaso, conflicto o malestar.
Este malestar -necesario, por otra parte- dará lugar a un nuevo aprendizaje. Cuando nuestro hijo o hija regrese a casa con esa experiencia, encontrará un entorno seguro, repleto de afecto incondicional, donde podrá expresar sus sentimientos sin temor a ser juzgado. En ese momento, los padres estaremos ahí para ayudarles a resolver las situaciones conflictivas.
Así que cuando surjan esos temores, tengamos en cuenta que ambos contextos son imprescindibles para el adecuado desarrollo de nuestros hijos, y asumamos que los retos planteados por los grupos de iguales -siempre y cuando no sean desmesurados (lo que nos colocaría en un escenario diferente) son un magnífico motor de aprendizaje.
Y no olvidemos que el hogar es el lugar indicado para reflexionar y practicar, sin miedo a críticas o juicios, todas esas estrategias que permitirán a nuestros hijos enfrentarse con confianza y seguridad en sí mismos a futuras situaciones novedosas.