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Abordaje de los problemas de conducta en los niños

Hablar de problemas de conducta es algo así como referirnos a un «cajón de sastre» en el que metemos todos los comportamientos que, por regla general, guardan relación con dos aspectos:

◼ la aceptación de normas y límites
⬛ el respeto hacia los derechos del otro

Las respuestas agresivas, la irritabilidad, la impulsividad, la dificultad para tolerar la frustración o las rabietas son comportamientos que preocupan a padres y madres. Suelen ser, sin embargo, transitorios y forman parte del desarrollo natural del niño. Si estos comportamientos no desaparecen, aumentan en intensidad y frecuencia o se generalizan a otros contextos, hablamos de problemas. Y si son severos y perduran en el tiempo, posiblemente de un trastorno.

Cuando las familias llegan a consulta preocupadas por una situación insostenible con sus hijos es necesario intervenir. ¿Pero cómo?

Lo habitual es encontramos con padres y madres que acuden con una elevada carga de malestar tras haber probado sin éxito múltiples estrategias -quizás porque no las han aplicado de forma consistente o no han persistido en el tiempo o no eran buenas estrategias-, y con la desagradable sensación de haber perdido el control.

Nuestro objetivo inicial es, por tanto, «calmar las aguas»: la mayoría de las familias que nos visitan han pasado por lo mismo. Simplemente ha llegado el momento de detenerse, analizar la situación con objetividad e identificar pautas educativas más funciones y adaptadas a las necesidades concretas de sus hijos.

El paso siguiente es analizar las características del niño o la niña con la que conviven, así como las rutinas familiares y las dinámicas entre padres e hijos. Esto nos permitirá establecer si conviene mantenerlas o, por el contrario, introducir cambios.

A partir de la información recopilada, analizamos las primeras conductas sobre las que queremos intervenir teniendo siempre en cuenta el temperamento y características del niño, pero también de los padres, porque ellos serán nuestra «mano de obra» en casa. De nada vale proponer estupendas estrategias, si los padres no pueden cumplirlas debido a sus propias características.

A la vista de lo anterior, se asignan a los padres diversas tareas que habrán de realizar a lo largo de la semana bajo la supervisión del terapeuta. El objetivo de estas tareas es generar situaciones de éxito que repercutirán en la conducta del niño y, a su vez, modificarán las dinámicas familiares.

La presencia del psicólogo como acompañante en este proceso irá reduciéndose paulatinamente para dar mayor autonomía a los padres -espaciando, por ejemplo, los periodos de seguimiento-. Porque nuestro propósito es que padres e hijos vuelen solos. Solo entonces consideraremos cumplido nuestro cometido.

 

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