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Desmitificando la terapia online

La terapia online -a la que los terapeutas recurrimos durante el confinamiento, para poder asistir a pacientes y familias que, de un día para otro, vieron interrumpidos sus tratamientos en un momento crítico-, se ha labrado desde entonces un espacio por derecho propio y es hoy una opción accesible y práctica para quienes no pueden asistir a sesiones presenciales. Personas con limitaciones de movilidad, residentes en zonas rurales, trabajadores expatriados y un número creciente de nómadas digitales que buscan apoyo psicológico en su propio idioma, encuentran en esta modalidad una solución cómoda y eficaz.

La desaparición de distancias geográficas y barreras físicas es una ventaja, pero no la única. La terapia online también permite superar barreras psicológicas, muchas veces vinculadas con el propio trastorno. Algunas personas temen abandonar su hogar o se sienten intimidadas ante la idea de enfrentarse a entornos desconocidos. En esos casos, la terapia online es un buen punto de partida. Otras personas prefieren que nadie sepa que reciben terapia o temen ser juzgados por ello y optan por este método como forma de proteger su privacidad.

Para nosotros, los profesionales, no hay duda de que invertir en salud mental siempre es una buena decisión, pero comprendemos que para algunas personas no es una decisión fácil y el hecho de solicitar ayuda psicológica puede ser motivo de ansiedad. La terapia online puede ser una buena forma de romper el hielo.

No podemos pasar por alto una de las razones por las que esta modalidad se elige con frecuencia: la flexibilidad horaria. Acudir a un centro exige desplazamientos y suele implicar reorganizar la agenda o incluso sacrificar otras actividades. Con la modalidad online, cualquier momento del día es bueno para realizar la sesión cómodamente desde casa o, si se dispone de un espacio apropiado, desde el trabajo.

En el caso de personas inseguras, la terapia online puede facilita la comunicación entre paciente y terapeuta. El poder entablar esa relación desde un entorno que el paciente percibe como seguro -el hogar, por ejemplo- facilita esa primera toma de contacto.

Dicho lo anterior, hemos de aclarar que la terapia online no vale para todos. En la primera entrevista evaluamos las características y circunstancias del paciente para determinar si esta modalidad es adecuada. Y, por regla general, evitamos el formato online cuando intervenimos con niños, a menos que queramos trabajar determinados aspectos con los padres. Tampoco lo recomendamos en aquellas personas que, por la naturaleza de su trastorno, necesitan recibir terapia presencial o pueden beneficiarse mucho más de esta.

 

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