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Hábitos: otra vez llegamos tarde

La viñeta de hoy se centra en algunos aspectos del comportamiento adulto que, de un modo u otro, terminan repercutiendo sobre los niños, y no para bien.

En el caso que nos ocupa, se produce una situación doblemente injusta. Por un lado, los padres vuelcan en sus hijos el estrés de su falta de organización, lo que hace que lleguen tarde al colegio o a sus propias obligaciones laborales. Por el otro, el docente responsabiliza al niño o la niña de la impuntualidad -cuando estos no tienen ningún control sobre su hora de llegada al colegio- recriminándole ante el grupo o poniendo un «punto negativo» en su expediente.

Dicho sin rodeos, el niño recibe por todas partes.

¿Resultado? Padres abrumados por la gestión de la rutina semanal.

Sin embargo, al analizar los hábitos diarios, es evidente una mala gestión del tiempo. Los adultos no ajustan sus expectativas a las características del niño o de la familia con la que conviven o pecan de un exceso de exigencia. Así, encontramos padres y madres que otorgan la misma relevancia a que el niño se vista solo o se haga la cama, por ejemplo.

Todos coincidimos en la importancia de fomentar la autonomía del niño. Pero la adquisición de hábitos requiere tiempo y paciencia. Encadenar demasiadas tareas que, a la vista del tiempo disponible, solo podría hacer alguien con una rutina automatizada a la perfección, convierte las mañanas en un caos donde, padres refunfuñantes y nerviosos, terminan haciéndolo todo ellos mismos para acabar de una vez.

¿Cómo abordamos esta situación?

En primer lugar, explicando a la familia la necesidad de introducir cambios en la organización diaria. Esto significa:

    ▶️ Priorizar tareas y ajustar expectativas: no todas las obligaciones tienen la misma importancia al iniciar la jornada.

    ▶️ Revisar las rutinas y modificar aquellas que dificultan la autonomía del niño.

    ▶️ Reorganizar o adelantar actividades, trasladando algunas a la noche anterior. Por ejemplo, dejar preparado el uniforme y el material escolar antes de acostarse evita prisas innecesarias por la mañana.

    ▶️ Eliminar distracciones como ver la televisión antes de vestirse o preparar la mochila. Un cambio tan sencillo como la norma de «primero preparas todo y luego, si sobra tiempo, haces lo que te gusta» evita muchas discusiones. Como toda madre o padre sabe, conseguir que un niño apague la televisión para hacer algo que no desea es, por regla general, la mejor forma de retrasar el momento de la salida.

Pocas veces, el niño o la niña es responsable, o al menos el único responsable, del retraso. No obstante, si su actitud es de claro rechazo a colaborar, será el momento de establecer una consecuencia coherente con su comportamiento.

Y, en lo que se refiere a los profesores, no tiene sentido reprender al niño, con la esperanza de que este traslade el problema a los padres. Es mucho más congruente y eficaz que se dirijan directamente a estos enviándoles, por ejemplo, una nota.


 

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