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¿Los niños mienten?

los niños no mienten, a veces es fantasía

A la hora de responder a la pregunta que da título al post de hoy, creo que es inevitable plantearse dos cuestiones:

1. ¿Qué es exactamente mentir?

Cuando pensamos en la mentira, solemos vincularla con su dimensión antisocial: aquellas declaraciones cuyo propósito es engañar, ocultar información o manipular a otros en beneficio propio.

Sin embargo, todos conocemos las denominadas «mentiras piadosas», de naturaleza prosocial. De hecho, es difícil imaginarse un engranaje social en perfecto estado de revista sin el lubricante de estas mentiras.

Algunos estudios -muy interesantes aunque insuficientes, como ocurre con tantas investigaciones realizadas en el ámbito del comportamiento humano- han tratado de cuantificar si la frecuencia con la que los niños con problemas severos de conducta recurren a las mentiras antisociales y prosociales es similar al uso que hacen de estas los niños sin trastornos de conducta.

Aunque los estudios no son concluyentes por su alcance limitado, y los resultados deben interpretarse con cautela, sugieren una tendencia clara: los niños con trastornos de conducta utilizan con mayor frecuencia la mentira antisocial y, además, tienden a asumir que los demás también lo hacen. En cambio, muestran menos inclinación por la mentira prosocial, ya que suelen sostener que «las cosas hay que decirlas a la cara», lo que les lleva a considerar innecesarias las mentiras benevolentes.

Los datos obtenidos en el grupo normotípico indican la preferencia opuesta: la balanza se inclina hacia el lado de las mentiras prosociales.

2. ¿La fantasía es equiparable a la mentira?

Ya sea para aliviar el sufrimiento ajeno o para manipular, la mentira siempre conlleva una clara intencionalidad. La fantasía, en cambio, no implica necesariamente una intención consciente; puede ser el resultado de un pensamiento desinhibido, donde se difuminan los límites entre el deseo y la realidad.

Puede ocurrir que, si al compartir mis fantasías con mis amigos estos me perciben como un «crack», el refuerzo social favorezca la repetición de ese comportamiento. Sin embargo, esa intencionalidad no existía en el origen de la fantasía.

En otros niños, la mentira no tiene un propósito manipulador o evitativo, sino el de proteger su autoestima en situaciones que perciben como desventajosas.

Sea cual sea la razón, la mentira infantil no es algo tan sencillo como los adultos suelen creer al etiquetar al niño de «mentiroso».

No se explica solo por las características de la persona que miente. También interviene el contexto en el que se desenvuelve y su grado de adaptación al mismo.

Analizar la mentira nos proporciona valiosa información. Ante un niño que miente preguntémonos siempre: «¿Por qué lo hace? ¿Qué función cumple la mentira?». Comprender esa función será un buen punto de partida para entender sus vulnerabilidades y necesidades. Y ayudarle a subsanarlas es la mejor estrategia para erradicar ese comportamiento.

 

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