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Autoestima: algunas creencias erróneas

A menudo, son los familiares quienes se ponen en contacto con el gabinete preocupados por sus hijos. Al iniciar la evaluación -en la que tienen gran relevancia las dinámicas familiares- descubrimos con cierta frecuencia que muchos padres no tienen claro qué es eso de la autonomía ni cuál es su cometido en el desarrollo y fortalecimiento de la autoestima de sus hijos.

Detrás de muchos de los problemas por los que los chavales acuden a nuestro centro subyace, para frustración de los padres, una baja autoestima.

¿Por qué, si hacemos todo lo que está en nuestras manos? -es una pregunta habitual de padres y madres-. Las razones, obviamente, puede ser muchas y variadas, aunque en esta entrada me limitaré a citar tres comportamientos particularmente recurrentes de los adultos:

Tendencia a focalizar la atención sólo en lo que los hijos hacen bien

Un error corriente es pensar que una buena autoestima se construye exclusivamente a través del refuerzo constante de los logros y las conductas esperadas. Esto puede afectar el tipo de vínculo que se establece entre padres e hijos. La expresión «vínculo seguro» hace referencia al amor incondicional, que no depende ni está condicionado por los éxitos obtenidos: queremos a nuestros hijos por el simple hecho de serlo. Al centrarnos exclusivamente en lo que hacen bien, trasladamos información confusa y es probable que, ante un fracaso o una dificultad, el niño o el adolescente se sienta desprotegido.

Desconocimiento del impacto de la sobreprotección

El amor sobreprotector, aunque bien intencionado, frena el desarrollo de la autonomía, pilar básico de la autoestima. En contra de lo que algunos padres piensan, la sobreprotección traslada un mensaje subliminal que puede resultar perjudicial para el niño: «no te dejo intentarlo, porque te considero incapaz de hacerlo». A veces, los propios miedos del adulto condicionan la relación con sus hijos y frenan su autonomía.

La creencia de que su cometido es evitar cualquier malestar

En consulta, muchos padres reconocen comportamientos sobreprotectores, lo cual es positivo, ya que ese reconocimiento es el primer paso para trabajar la autonomía que fortalecerá, a su vez, la autoestima. Sin embargo, existen conductas más sutiles que pasan desapercibidas, dado que surgen del deseo natural de proteger a los hijos del sufrimiento. La cuestión es que una parte esencial del aprendizaje emocional del niño consiste en gestionar la frustración, y esto solo se logra a través de la experiencia.

En el próximo post hablaremos de esos comportamientos sobreprotectores menos evidentes y compartiremos algunas pautas para abordarlos de la mejor manera posible.

 

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