En la publicación de hoy seguimos hablando de TDAH y adolescencia enfocándonos, en particular, en la gestión del equilibrio emocional.
El entorno escolar suele ser motivo de continua frustración para nuestros adolescentes con TDAH. Aunque las pautas que compartimos a continuación están previstas para aplicación específica en el ámbito académico, pueden implementarse también en el hogar u otras situaciones.
Algunas pautas para el aula
- Reforzar y poner el énfasis en el esfuerzo, no en el resultado.
- Facilitar un ambiente tranquilo que favorezca la comunicación con el adolescente. Los adultos tenemos la costumbre de abrumar a nuestros hijos con una cascada de preguntas. Dejémosles espacio para que manejen sus tiempos y se expresen como puedan o les apetezca.
- Evitar las reprimendas constantes y el tono de voz elevado. Esta conducta sólo desencadenará una respuesta negativa. Dada la alta reactividad que caracteriza al adolescente con TDAH es muy probable que entremos en una dinámica de enfados y castigos que no llevará a ninguna parte. Es preferible un enfoque calmado que favorezca el desarrollo de la auto-regulación.
- Anticipar al adolescente las situaciones novedosas o complejas. Esto le permitirá enfrentarse a ellas con más estrategias y herramientas.
- Validar las emociones, no las conductas. Los adolescentes con TDAH presentan una elevada tasa de conductas desajustadas y están acostumbrados a que se les regañe una y otra vez por tal causa. Pero la conducta está motivada por una emoción previa que hemos de tener en cuenta. Si en lugar de fijamos en la conducta exclusivamente, hacemos el esfuerzo de conectar a nivel emocional con nuestros hijos, la dinámica cambiará como por arte de magia.
- Evitar mensajes negativos. Los adultos somos poco conscientes de las críticas que con frecuencia entrañan nuestras preguntas. Cuando preguntamos a nuestro hijo o hija «¿Te has peleado hoy en el colegio?», el mensaje implícito es el de «imagino que sí, como de costumbre». Reformulemos las preguntas para centrarnos en aspectos positivos y mostrar interés genuino por sus experiencias diarias. Fijaos como cambia la cosa si reemplazamos la pregunta por: «¿Qué tal te ha ido hoy en el recreo?
- Reforzar siempre sus puntos fuertes y sacar el máximo partido de sus intereses. Alentar la participación en actividades en las que destaquen contribuye a fortalecer la autoestima.
- Seleccionar las actividades extraescolares según intereses y habilidades. No tiene ningún sentido matricular a un alumno en actividades que generen nuevas experiencias de fracaso. La función de las extraescolares, en todos los chavales en general, pero más aún si tienen TDAH, es mejorar la autoestima debilitada.
- Buscar momentos fuera de la zona de conflicto. Nuestra relación con el adolescente no puede girar siempre en torno al estudio (donde a menudo surgen emociones negativas). Busquemos situaciones en las que podamos disfrutar juntos.
- Actuar con cautela al trasladar la información del contexto escolar a casa. Muchas veces se dan conductas inadecuadas en el instituto como resultado de la falta de control característica del adolescente con TDAH y, por regla general, esos comportamientos van seguidos de un arrepentimiento inmediato. Si continuamos en casa con los reproches, volveremos a castigar a nuestro hijo. Resolver problemas en el contexto donde ocurren minimiza la estigmatización y contribuye al equilibrio emocional de los adolescentes con TDAH.