¿Por qué no basta con el diagnóstico clínico
Nuestra forma de intervenir con niños y niñas con TDAH está condicionada por nuestra concepción general del proceso terapéutico.
Aunque no podemos subestimar la importancia de un diagnóstico clínico que, entre otras cosas, nos sitúa en un contexto y nos habla de una sintomatología común compartida por aquellos con el mismo diagnóstico, no nos proporciona información sobre los síntomas específicos de la persona que estamos tratando.
Una intervención efectiva debe basarse en todos los síntomas observados en nuestro paciente y no tanto en la etiqueta diagnóstica.
El foco de intervención
Un segundo elemento de relevancia es dónde centramos nuestra atención al intervenir. La vida diaria de los niños con TDAH no es fácil. Su conducta está condicionada por su desarrollo neurológico, pero también por el contexto en el que se desenvuelven.
No queremos focalizar la intervención exclusivamente en el niño o la niña, sino en su red de apoyo, creando el entorno propicio para el aprendizaje y el sano desarrollo.
Reflexionemos sobre lo siguiente: si partimos del hecho de que una de las principales dificultades y eje nuclear del diagnóstico de TDAH es la falta de control cognitivo, emocional y conductual, no podemos depositar toda la responsabilidad del cambio en nuestros niños. Necesitamos rodearlos de adultos que posean las herramientas necesarias para proporcionarles pautas y apoyo cuando las requieran, para ir retirándolas a medida que dejan de ser necesarias.
Dos líneas de actuación
Aunque cada caso tiene sus particularidades, nuestra intervención sigue, por lo general, dos líneas principales:
- Trabajo directo con el niño o la niña. Preferentemente en entornos ecológicos, como pequeños grupos, donde brindamos herramientas para el control de la atención, la gestión de la ira o las emociones, entre otras. Preferimos la intervención en compañía de pares para reflejar las situaciones que el niño encontrará cuando abandone el contexto clínico.
- Trabajo intensivo con la familia. En la mayoría de los casos, los padres llegan a nuestro consultorio preocupados por las dinámicas complejas que se han establecido en casa con conflictos frecuentes entre el niño y la familia.
Uno de nuestros cometidos consiste en analizar detenidamente la rutina diaria en el hogar, examinar los problemas y dinámicas familiares, las herramientas disponibles, lo que los padres han intentado (y si ha funcionado o no), etc.. Realizamos un análisis exhaustivo de la situación familiar y, a partir de ahí, trabajamos con los padres en la misma dirección, enseñándoles estrategias que faciliten el aprendizaje de su hijo.
A medida que los padres adquieren el control de la situación y los niños aprenden por la repetición de patrones predecibles, podemos comenzar a reducir la presencia del adulto -tan necesaria al principio- para que los niños ganen en autonomía que, en definitiva, es uno de los objetivos buscados.