Con relativa frecuencia recibimos en consulta niños cuyo frenillo sublingual es más corto de lo normal o está engrosado. En los casos leves basta con un tratamiento conservador con ejercicios de estiramiento, postura, movilidad y tono lingual destinados a mejorar la elasticidad del frenillo y a corregir las dificultades de pronunciación de determinados sonidos (rotacismo, por ejemplo) ocasionadas por la falta de movilidad de la lengua. En los casos más extremos, sin embargo, el frenillo se adhiere a la punta de la lengua dando lugar a lo que se conoce como anquiloglosia, anomalía congénita que limita la movilidad de la parte libre de la lengua y su proyección fuera de la boca, dándole un aspecto bífido. El frenillo no solo impide o dificulta la articulación de los fonemas linguales -en ocasiones, con una importante alteración del habla- sino que se acompaña de problemas anatómicos y funcionales que afectan a la masticación, a la deglución y al desarrollo dento-facial.
Cuando las circunstancias aconsejan la frenectomía lingual, procedimiento quirúrgico menor consistente en la incisión, más o menos profunda, del frenillo sublingual mediante bisturí o láser y anestesia tópica, es conveniente que el niño realice ejercicios linguales pre-operatorios para tener la certeza de que sabrá realizarlos correctamente en casa tan pronto lo permita la cirugía, ya que la rehabilitación será mucho más complicada una vez cicatrizado el tejido. El niño debe recuperar la tonicidad y movilidad de la lengua que durante tanto tiempo ha tenido limitada. La intervención quirúrgica soluciona la restricción anatómica pero la ayuda del logopeda estimulando el correcto control de los movimientos linguales y los hábitos de respiración nasal es fundamental para la adecuada rehabilitación funcional.
Tal vez te interese leer la entrada «¿Qué es la protrusión lingual?»