Aunque los profesionales de la salud utilizamos patrones estándar de adquisición de habilidades a modo de referencia, no todos los niños presentan el mismo ritmo de desarrollo psicomotor. El hecho de que el niño muestre cierto retraso en alcanzar los hitos madurativos no tiene por qué ser indicativo de una patología, pero sí un signo de alarma que hemos de tener en cuenta. El niño recién nacido presenta lo que se denomina visión auditiva. Gira la cabeza hacia el lugar del que procede los sonidos, pero no es capaz de desplazar los ojos. Su visión es borrosa, lo que únicamente le permite concentrarse en los rostros cercanos y por breves espacios de tiempo. Durante las primeras semanas, sus movimientos oculares son rápidos y espasmódicos e incluso parece que se entrecruzan. Hacia los tres meses, la visión del niño gana en precisión, tanto de cerca como de lejos, y es capaz de seguir con la mirada objetos que se desplazan. La interacción entre el niño y su entorno, la capacidad de observar e imitar, es imprescindible para su correcto desarrollo. Dentro de los hitos evolutivos, el contacto ocular es uno de los prerrequisitos comunicativos más importantes.
Nuestra recomendación es que si observas que tu hijo, en el primer mes de vida, no fija la mirada, siquiera momentáneamente, acudas a un profesional sanitario para que os derive al especialista pertinente.