Se denomina bruxismo al hábito parafuncional de apretar los dientes (bruxismo céntrico) y hacerlos rechinar mediante movimiento mandibular (bruxismo excéntrico), durante el sueño o la vigilia, como consecuencia de la contracción involuntaria, violenta y rítmica de los músculos de la masticación.
El bruxismo infantil tiende aparecer entre los cuatro y los seis años, coincidiendo con la etapa de la dentición primaria y, por lo general, desaparece sin consecuencias una vez que el niño adquiere la dentición permanente. Muchos profesionales lo consideran una actividad muscular natural cuya finalidad es activar el desarrollo del sistema musculoesquelético preparándolo para el cambio de dentición y se refieren, por tanto, a un «bruxismo fisiológico» que remite por sí solo sin necesidad de intervención.
El problema surge cuando el bruxismo, lejos de desaparecer, se convierte en un hábito y cronifica provocando un desgaste severo del diente (que puede llegar a fracturarse) y se acompaña de otras manifestaciones como dolores musculares y articulares, trastornos de la ATM, dolor de cabeza u oído, chasquidos articulares, contracturas, alteración del sueño o alteraciones psicológicas y conductuales. Podríamos hablar entonces de un «bruxismo patológico».
Aunque la causa del bruxismo no se ha identificado de forma concluyente todo indica que se trata de una patología multifactorial. Las tensiones emocionales parecen ser uno de sus desencadenantes aunque también se relaciona con otros factores como pueden ser un deficiente encaje entre los dientes superiores e inferiores (malaoclusión), la postura adoptada durante el sueño, trastornos del sueño, deficiencias nutricionales, problemas respiratorios, endocrinos o gastrointestinales, alergias, trastornos del sistema nervioso central, las características temperamentales del niño o la ingesta de determinados fármacos.
El tratamiento del bruxismo debe abordarse desde un triple enfoque: ortodóncico, fisioterapéutico y psicoterapéutico:
Siempre que lo recomiende la intensidad de los síntomas, el niño debe ser evaluado por su pediatra para descartar posibles problemas orgánicos como obstrucción nasal, apnea, alergias o infecciones de oído. También se remitirá al odontólogo para que valore su salud bucodental y la conveniencia de utilizar una férula de descarga u otros medios que impidan el rozamiento y desgaste de los dientes, optando siempre por la intervención menos invasiva para no interferir en el correcto desarrollo de los dientes del niño.
La terapia orofacial y miofuncional está plenamente indicada en el caso del bruxismo ya que a través de praxias, masajes, estimulación mecánica y otras técnicas, el logopeda disminuye la tensión de la musculatura afectada, evita los dolores articulares y reduce hábitos nocivos.
Y no debemos olvidar que el bruxismo infantil puede ser una manifestación de un estado de ansiedad o de estrés en el niño y que esta parasomnia también se relaciona con comportamientos de inatención, hiperactividad e impulsividad. El psicólogo es, en este caso, el profesional indicado para identificar y eliminar la causa que lo motiva y orientar a los padres sobre la forma adecuada de manejar el hábito en el hogar para corregirlo en el menor tiempo posible.