El juego infantil: una cosa muy seria

«La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño», escribía Nietzsche. Y es que el juego infantil -ese impulso primario que empuja al niño a descubrir el mundo circundante- responde a una necesidad innata de conocer y dominar el entorno. A través de ese proceso de descubrimiento, el niño se prepara para embarcarse en la aventura de vivir y desarrollarse como adulto.

Más allá de conocer el entorno…

El juego infantil es una herramienta imprescindible para que niños y niñas se desarrollen como personas sanas y felices, porque:

• estimula el desarrollo motor, emocional y social del niño.
• al tratarse de una actividad que genera gran satisfacción (y, por consiguiente, motivación) despierta la curiosidad y facilita el aprendizaje.
• permite ensayar situaciones sociales proporcionando un eficaz escenario en el que recrear y superar miedos, preocupaciones y conflictos. A través del juego, el niño puede inventar historias, modificar su final y responder de forma diferente a como lo haría en la realidad.
• a través del juego, el niño se conoce a sí mismo (creación del autoconcepto) y a los demás.
• favorece el sentimiento de superación personal.
• aprende roles, normas sociales y desarrolla la empatía o capacidad de ponerse en la piel del otro.

¿Cuáles son las características del juego?

El juego infantil:

• es un fin en sí mismo, no un medio. El niño no juega para obtener algo, sino por el mero hecho de hacerlo. Jugar es una actividad que le resulta sumamente placentera, por lo que siempre deseará repetirla.
• es una actividad seria y absorbente. Aunque los adultos no comprendamos bien la naturaleza del juego y con frecuencia le restemos importancia, el niño necesita jugar y por eso se lo toma muy en serio.
• surge de forma voluntaria y espontánea, no tiene que ser enseñado.
• favorece el aprendizaje en todos los ámbitos.
• evoluciona y gana complejidad a medida que madura el niño.

Pero el juego no solo facilita el desarrollo del niño. También es un excelente indicador de la salud de nuestros hijos.

A través del juego conocemos aspectos tan relevantes como el estilo de interacción social de nuestros peques, su desarrollo motor, su maduración cognitiva (en aspectos tales como la atención, el lenguaje, el razonamiento o la creatividad) y su desarrollo emocional.

Observar el juego de nuestros hijos puede ser tan ilustrativo como hacerles una radiografía: nos permite conocer su interior e identificar posibles dificultades o situaciones que puedan estar generando problemas.

Tipos de juego

Podemos organizar los distintos tipos de juego de diversas formas. En esta entrada hemos optado por dividirlos en tres categorías generales que consideramos útiles desde un punto de vista práctico.

Juego orientado al desarrollo cognitivo/motor

Hasta los dos años de edad (el lenguaje está poco desarrollado) se observa un tipo de juego sensorial, motor y manipulativo que gira en torno al propio niño, la experimentación a través de los sentidos y la interrelación con el medio. Se inician asimismo los juegos imitativos, imprescindibles para el correcto desarrollo del lenguaje y otras habilidades comunicativas.

A partir de los dos años, el niño empieza a desarrollar el juego representativo en el que fundamentalmente representa situaciones de su vida cotidiana y se vale de objetos físicos que conoce para recrear las historias que imagina.

A medida que avanza su desarrollo cognitivo, el niño es capaz de utilizar herramientas simbólicas y no necesita objetos concretos para jugar (puede imaginar, por ejemplo, que el sofá del salón es un barco pirata): hace su aparición el juego simbólico. Aunque mantiene similitudes con el juego representativo, ya que el niño imagina y representa situaciones y roles con personajes diversos, el juego simbólico tiene mayor complejidad porque exige poder evocar el objeto. Ya no es necesario disponer de los objetos físicos que conforman el juego. Basta con la imaginación. Un palo puede ser una espada o el mástil del barco.

El último escalón corresponde al juego puramente imaginativo en el que el niño da rienda suelta a la fantasía y la creatividad. También aparece el juego reglado, es decir, aquel en el que los participantes respetan las normas convenidas y que, por lo general, entraña cierto grado de competitividad.

Juego individual – grupal

Hasta los dos años aproximadamente, el niño juega en solitario. Pasará después por la fase de juego paralelo, en el que comparte espacio con otros niños (y le gusta hacerlo), pero no interactúa con ellos. Hace su aparición, por último, el juego grupal en el que los niños interactúan entre sí respetando reglas más o menos explícitas y comienzan a poner en marcha los mecanismos básicos de las habilidades sociales y la inteligencia emocional.

El juego grupal favorece el aprendizaje a través de la estimulación de la zona de desarrollo próximo. Cuando un grupo de niños con un desarrollo madurativo similar juegan entre sí se imponen el nivel de dificultad necesario para que se produzcan los pequeños avances progresivos que constituyen la base del aprendizaje.

Juego espontáneo – dirigido

Hacemos referencia a esta categoría por la importancia que reviste el juego espontáneo, es decir, aquel que surge de la propia iniciativa del niño y que expresa, por tanto, sus intereses y apetencias. El juego espontáneo es una actividad voluntaria, motivadora, activa y tremendamente absorbente. A diferencia del juego dirigido, no hay participación del adulto o al menos este no asume la función de director, proponente o supervisor. ¿Ofrece beneficios el juego dirigido? Sí, siempre que se circunscriba a determinadas situaciones y los padres no abusen del mismo, pero esto será objeto de otro post.