Las tareas del colegio suele ser motivo de discusiones diarias y un auténtico quebradero de cabeza, tanto para el niño con TDAH como para el resto de la familia. En esta entrada os propondremos un conjunto de recomendaciones que os permitirán afrontar esa experiencia desde una óptica más beneficiosa para el niño y, lo que no es menos importante, reducir el malestar en el seno familiar.
APRENDER A APRENDER
Esto sería lo óptimo: desarrollar las competencias personales del niño antes de que tenga que enfrentarse a tareas académicas complejas, es decir, enseñarle a aprender de una forma acorde con sus características.
Qué debemos tener en cuenta
Una vez que hayamos explicado a nuestro hijo o hija aquello en lo que tiene dificultades -y también lo que se le da bien-, buscaremos la manera de que pueda sacar el máximo partido del tiempo que dedica al estudio, porque su forma de aprender no será, probablemente, la «estándar». Esto significa:
- Elegir bien las batallas: no podemos abarcarlo todo. No tiene sentido que un niño con TDAH esté sentado ante la mesa de estudio hasta las diez de la noche, después de haberse pasado ocho horas haciendo lo mismo en el colegio. El tiempo de estudio tiene que ser limitado. Pretender que el niño lo abarque todo es la mejor forma de que fracase en todo. Establezcamos objetivos viables.
- No olvidar que la jornada laboral del niño dura ocho horas. ¿Qué sentido tiene prolongarla durante el resto de la jornada? Los estudios indican que, a partir de las ocho de la tarde, el niño menor de 8 años ya no rinde. Es, por tanto, un tiempo desperdiciado que podríamos haber utilizado para hacer otras cosas que mejorarían el aprendizaje y también el bienestar: un tiempo de calidad con padres y hermanos.
- Aprovechar el punto de desempeño. El rendimiento de cada niño varía dependiendo del momento del día. Aprovechemos las horas de mayor activación de nuestros hijos para que el aprendizaje sea significativo. Pretender que un niño TDAH de tempo lento realice tareas que requieren concentración tan pronto se levanta será, con probabilidad, una pérdida de tiempo. Sacaremos mucho más partido si esperamos a mediodía para hacer esas actividades.
- El tiempo de trabajo no puede estar marcado por la demanda del colegio. Si las pruebas específicas realizadas a tu hijo o hija indican que su control atención empieza a descender a los diez minutos de iniciar una tarea, ¿de qué sirve mantenerlo sentado ante el libro durante horas cuando sabemos que lo único que hace es calentar la silla? Fijemos los tiempos en función de lo que puede hacer.
- Preparar un entorno que facilite el estudio, retirando todos los distractores y aportándole todos los apoyos que necesite para el aprendizaje (movimiento, color, olor, música sin letra, etc.). No vamos a hacerles los deberes, pero sí estaremos disponibles para echarles una mano siempre que lo necesiten.
- No frenar el desarrollo del niño en aquellas áreas en las que tienen facilidad ni amenazarlo con sacarlo de las actividades que le gustan como método de coacción para que se esfuerce más.
- Estrategia básica: alternar siempre la exigencia cognitiva con la actividad aeróbica. Los tiempos dependerán de las necesidades de cada niño. Si aguanta diez minutos estudiando, transcurrido ese tiempo dedicaremos dos minutos a, por ejemplo, ensayar una coreografía, para retomar a continuación el trabajo. De esta forma no solo activamos a través del movimiento la atención que había decaído, sino que trabajamos el branching, es decir, la capacidad de retomar la tarea en el punto en el que la habíamos dejado, sin tener que comenzar de nuevo. Es probable que el niño no pueda hacer esto solo (al menos al principio), pero ahí estaremos nosotros para echarle una mano.
- Límites claros, coherentes y compartidos por ambos padres. Creo que no está de más destacar el adjetivo «coherente» cuando hablamos de límites. Veamos una situación habitual: mamá o papá piden a su hijo que recoja la habitación y, al final terminan haciéndolo ellos, porque el niño no se da por aludido. Resultado: la próxima vez volverá a actuar de la misma forma.
- Refuerzo frente a castigo. El castigo se reserva para situaciones concretas y puntuales. El niño con TDAH es muy reactivo a la frustración que le genera el castigo, lo que reduce su eficacia. Todo lo que se pueda trabajar desde el refuerzo de conductas positivas funcionará mejor. Los padres de niños con TDAH tenemos que buscar reforzadores (¿Qué le gusta a mi hijo? ¿Qué puedo utilizar para reforzar determinadas conductas?).
- Apoyo en las tareas generadoras de conflicto. Es mucho más fácil consolidar un aprendizaje que se da bien desde el principio («aprendizaje sin error») que a través de la corrección de un mal aprendizaje. Es preferible que no se produzca la conducta negativa porque esto nos obligaría a reconducir. Esto no significa que tengamos que evitar a toda costa que nuestro hijo se enfrente a situaciones frustrantes. El niño tiene que aprender a frustrarse. Pero como conocemos sus dificultades, le daremos el apoyo necesario para que su vida no sea un fracaso continuado.
- Estrategias de motivación intrínseca. Lo ideal sería hacer las cosas que debemos porque eso nos hace sentir bien, pero esto es complicado incluso para los adultos, que también necesitamos con frecuencia una motivación extrínseca (recibir un salario por nuestro trabajo u otro tipo de reconocimiento, por ejemplo). En el caso del niño con TDAH existen diversas técnicas como la economía de fichas, el contrato conductual, el entrenamiento en resolución de problemas, etc. (que trataremos en otra entrada).
- Contrarrestar la disfuncionalidad que crea el ambiente, en particular, las pantallas. Teniendo en cuenta el grado de exposición de nuestros niños con TDAH a las pantallas y la dependencia que estas generan (estímulo constante y repetitivo, ausencia de frustración, recompensa inmediata, etc.), tendremos que supervisar su uso y contrarrestar sus efectos negativos sobre el desarrollo de las funciones ejecutivas. Aunque esto será material de otro post, quiero destacar los juegos de mesa por sus excelentes beneficios en lo que al sistema ejecutivo se refiere.
Es posible que los niños mayores de 8 años puedan aguantar más tiempo pero, tras tantas horas de dedicación con poco rendimiento, su nivel de frustración será probablemente elevado. Como padres, podemos darles apoyo emocional a través de preguntas del tipo «¿Cómo te sientes» o «¿Te puedo ayudar de alguna forma?». Si valoramos el esfuerzo que realiza nuestro hijo o hija por encima de la consecución de la tarea, haremos que descienda el nivel de malestar y que el aprendizaje fluya con mayor facilidad.
Resumen
Vamos a favorecer el aprendizaje basado en el movimiento (porque activa la atención), la cooperación (porque todos tenemos un cerebro social que se nutre del aprendizaje cooperativo) y la acción (porque somos seres motores que necesitamos hacer para aprender.
Modificación de conducta
Aunque este apartado ya lo hemos tratado en mayor profundidad en la entrada dedicada específicamente a la modificación de la conducta, quiero hacer un breve repaso por su relación con lo anterior:
Algunos imprescindibles:
Amplía este tema aquí:
→ TDAH: control de los impulsos internos
→ TDAH: las familias preguntan (I)
→ TDAH: las familias preguntan (II)
→ TDAH: tropezar con la misma piedra