La disfemia es un trastorno complejo y desconcertante y, por ello, son muchos sus enfoques terapéuticos. El tratamiento de cualquier alteración del habla es mucho más efectivo cuando se inicia a una edad temprana pero, cuando la disfemia no está claramente confirmada y la tartamudez es incipiente, una de las preocupaciones de padres y especialistas es que una disfluencia evolutiva -que terminaría remitiendo por sí sola- se pueda agravar al hacer que el niño sea consciente de su problema.
En aquellos casos de niños pequeños en los que existe la sospecha de una posible disfemia pero el patrón de habla disfémico no está claramente instaurado, puede estar indicada la terapia indirecta. El logopeda actúa a través de los padres en lugar de intervenir directamente sobre el niño, de forma que éste no sea consciente de que existe un problema. Bajo la supervisión del logopeda, los padres aprenden diferentes pautas comportamentales y patrones de habla que el niño tiende a imitar inconscientemente, sin necesidad de corregirle expresamente.