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¿Eres un padre guardaespaldas?

Todos los padres deseamos que nuestros hijos sean adultos felices el día de mañana. Por eso nos esforzamos por cuidarlos, protegiéndolos de situaciones potencialmente peligrosas, y por educarlos, ofreciéndoles herramientas para que lleguen a ser personas autónomas. Y lo hacemos lo mejor que sabemos.

Cualquiera de nosotros coincidiría con que educar y proteger a sus hijos son las prioridades de cualquier padre o madre. Entonces, ¿dónde está el problema?

Aunque en teoría distinguimos ambos conceptos, en la práctica esa diferenciación no es tan evidente. Papas y mamás asociamos el «ser un buen padre o madre» con proteger a nuestros hijos contra todo y allanarles el camino para que experimenten experiencias positivas.

El resultado es una atención desmedida basada en la inmediatez y la cantidad en detrimento de la educación y la calidad.

Reflexionemos sobre esto y respondamos con franqueza a la pregunta siguiente: ¿queremos que nuestros hijos aprendan o preferimos mantener el control sobre ellos para evitarles situaciones de riesgo?

Tenemos tan interiorizado este concepto de «buen padre» o «buena madre» que no somos conscientes del grado de protección que ejercemos sobre nuestros hijos, aunque basta con analizar situaciones concretas de la vida cotidiana para darnos cuenta de nuestro exceso de celo. Surgen entonces esas designaciones que, no por humorísticas, resultan menos reales.

▶ Madres helicópteros que parecen conceder cierta libertad a sus hijos, pero que sobrevuelan el terreno en todo momento para no perder el control.

▶ Padres quitanieves que, en lugar de equipar a sus hijos para el viaje, prefieren pavimentar el camino y retirar cualquier obstáculo con el que puedan tropezar.

▶ Madres o padres tigres que se esfuerzan por forjar niños triunfadores en todo momento y situación.

▶ Padres guardaespaldas, dispuestos a soltar el «no me toque usted a mi hijo» a la primera de cambio.

▶ Padres «manager» tan habituales en los eventos deportivos -en particular, masculinos-, que dan lecciones al entrenador y están convencidos de que sus hijos son estrellas en ciernes.

▶ Madres bocadillo que corren detrás de sus hijos, mientras estos juegan en el parque, para «enchufarles» la merienda cuando tienen ocasión.

A lo largo del día alternamos entre el terreno de la protección y el de la educación. Separemos ambos cometidos en función de las necesidades. En nuestro papel de protectores debemos evitar riesgos innecesarios a nuestros hijos estableciendo límites claros. En nuestro papel de educadores debemos aportarles herramientas educativas. Esto requiere, como precondición, dejar espacio y autonomía para el aprendizaje por experiencia directa.

Tampoco podemos reducir la función de padres a la parte educativa exclusivamente. La ausencia de límites no genera un aprendizaje adecuado, porque en la vida hay muchas normas que cumplir.

Como en todo, en el equilibrio está la virtud.

 

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