Con el castigo perseguimos reducir o erradicar una conducta inadecuada proporcionando un estímulo aversivo, si hablamos de castigo positivo, contingente a la aparición de la conducta, o retirando un estímulo positivo para el niño o la niña.
Si bien en algunas ocasiones el castigo genera modificaciones de la conducta, lo cierto es que, en la práctica, nos encontramos con bastantes consecuencias indeseadas:
- El castigo genera un nivel de activación muy alto en el niño que es castigado, lo que es incompatible con el aprendizaje.
- También provoca malestar emocional en la persona que castiga.ño>
- El castigo en sí mismo no genera comportamientos positivos ya que no propone ni promueve comportamientos alternativos.
- Utilizado de manera frecuente, el castigo puede generar habituación, con lo cual el niño o la niña que son castigados repetidamente pueden caer en un sentimiento de indefensión que dificulta el cambio.
A modo de resumen
El castigo puede ser eficaz cuando se utiliza en su justa medida ante aquellas conductas o comportamientos que por su naturaleza no se puedan modificar de otra forma. Y, en cualquier caso, debe ir siempre acompañado de estrategias que promuevan el cambio y refuercen otro tipo de conductas alternativas.