Las disfluencias motoras se acompañan con frecuencia de comportamientos de tipo fisiológico, verbal o conductual. Son los denominados «comportamientos secundarios», una manifestación de la lucha interna que la persona que tartamudea mantiene por evitar, o al menos disminuir, la afectación en la programación motora.
Al realizar estos esfuerzos trata de reducir los bloqueos, las prolongaciones o las repeticiones previamente anticipadas. Sin embargo, sabemos que este tipo de comportamientos no hacen más que complicar el cuadro disfémico.