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Hablar de extraescolares importa

Hay cosas a las que no solemos conceder la importancia que merecen. Las actividades extraescolares son una de ellas. Por el simple hecho de que pueden estar agravando el malestar emocional del niño o la niña que acude a consulta. El vídeo de hoy se centrará en esta cuestión y en la conveniencia de que el profesional que atiende a pacientes en edad infantil no pase por alto esta faceta de la vida del niño.

Es posible que la cuestión de las extraescolares surja de forma espontánea en la conversación con las familias, pero en cualquier caso, el profesional debe -en la recogida preliminar de información para elaborar la historia clínica- preguntar a padres y madres acerca de las actividades extraescolares de sus hijos. Saber quién eligió esas actividades, cuáles son, con qué frecuencia asiste el niño, si va de buen grado o muestra rechazo o si se observan cambios de comportamiento a la salida, por ejemplo, nos aportará información valiosa.

Con frecuencia percibimos las extraescolares como una forma sencilla de mantener a los niños ocupados en beneficio de la conciliación laboral y familiar. Y esta es una función indudablemente válida. Pero su alcance va mucho más allá, especialmente cuando pensamos en términos de desarrollo infantil.

Si analizamos el día a día de nuestros hijos, observaremos que hay poco espacio para ejercitar la toma de decisiones, una habilidad de la que nuestros niños necesitarán echar mano a lo largo de toda su vida. Esta es, sin duda, una estupenda razón para que comiencen a practicarla cuanto antes. En casa siguen la rutina impuesta por los adultos. En el colegio, más de lo mismo: se adaptan a la rutina escolar, o al menos tratan de adaptarse.

Las extraescolares son el escenario idóneo para que los niños tomen decisiones sobre una parcela importante de su vida. Después de todo, ellos son quien mejor saben lo que les interesa y motiva.

A los profesionales, esto nos proporciona pistas sobre cómo el niño o la niña se percibe a sí mismo. Si se ve competente en la actividad elegida, probablemente conseguirá logros en ese campo, lo que alimentará su autoestima. Esto no siempre ocurre dentro del aula, donde algunos alumnos pasan desapercibidos o, si se hacen notar, es por comportamientos inadecuados.

Por otra parte, las dinámicas de las actividades extraescolares no tienen nada que ver con las de la clase. Las primeras suelen involucrar actividad física y trabajo en equipo; las segundas se caracterizan por el sedentarismo y un enfoque más individualista. Sabemos que cualquier aprendizaje que implique movimiento e interacción con los iguales es enriquecedor para los niños en general, pero sobre todo para quienes tienen dificultades de aprendizaje. Esto nos lleva a recordar una característica básica de las extraescolares: no deben entenderse como extensión del horario lectivo ni como clases de refuerzo académico.

Obviamente, no se trata de inscribir a nuestros hijos en todo lo habido y por haber. Con esto no conseguimos más que provocarles una buena dosis de estrés. Permitirles elegir lo que desean hacer es una forma estupenda de alimentar su autoconcepto y su autoestima y, con ello, su sano desarrollo.

 

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