Todo niño pasa por una etapa (en torno a los 2-3 años) en la que pone a prueba a sus progenitores y adultos de su entorno para determinar hasta dónde puede llegar.
Es normal que durante la infancia y la adolescencia se produzcan comportamientos de este tipo ya que forman parte del proceso de maduración de la persona. El problema surge cuando ese comportamiento desafiante y hostil hacia la autoridad persiste más allá de lo que cabe considerar parte del desarrollo natural del niño y su frecuencia e intensidad son tales que comienzan a interferir gravemente en la vida familiar, académica y social del niño o adolescente.
Llegado ese caso debemos comenzar a pensar en la necesidad de acudir a un especialista para descartar la existencia de un trastorno negativista desafiante, una de las comorbilidades más frecuentes en niños y adolescentes con TDAH.