Descubrir que nuestro hijo o hija ve pornografía es un auténtico shock para cualquier padre o madre. Incredulidad, negación, dolor, enfado, ira, desaliento, abatimiento: las emociones nos golpean una tras otra sin solución de continuidad. ¿Cómo es posible que nuestro retoño vea semejantes escenas de alto voltaje? ¡Si solo le interesan los juguetes y ayer mismo le estábamos cambiando los pañales!
Respiremos hondo, no pongamos el grito en el cielo y analicemos la situación.
¿Por qué ve mi hijo pornografía?
Tal vez haya encontrado ese material gráfico por casualidad o quizá lo haya buscado deliberadamente, pero la razón de que no abandone esas páginas es clara: le interesa el tema del sexo. Y esto es algo normal en el desarrollo del niño. De hecho, es muy posible que haya intentado saciar su curiosidad a través de nosotros y no hayamos estado a la altura; bien porque no nos hemos dado cuenta de que sus preguntas o comentarios se centraban en ese terreno, bien porque lo hemos considerado un tema tabú o de «niños más mayores» y le hemos dado largas de forma más o menos encubierta. ¿Y qué ha hecho nuestro hijo? ¿Desistir y olvidarse del tema? No: buscar información por su cuenta. Y lo ha tenido fácil, porque nuestros pequeños crecen en un entorno tecnológico repleto de dispositivos y aplicaciones que dominan a la perfección —móvil, tablet, ordenador… — y aprenden pronto que Google tiene respuesta para todo. Los estudios indican que uno de cada tres niños de 10 años ha visto pornografía en Internet. (Sí, habéis leído bien: 10 años)
¿Es adecuado que mi hijo vea pornografía?
No. Sin peros de ningún tipo. La pornografía tiende al extremismo y promueve la dominación y humillación de las mujeres; erotiza la violación y el abuso sexual. El niño está en pleno desarrollo afectivo y emocional, lo que lo convierte en un ser vulnerable: a fuerza de ver esas conductas puede interiorizarlas como normales, más aún si esa es su única fuente de información y no tiene con quién contrastar lo que está viendo. Es muy posible que asuma que las relaciones personales entre sexos se basan en el sometimiento y la sumisión.
La pornografía promueve, además, arquetipos del cuerpo humano (tanto masculino como femenino) que no se corresponden con la realidad o, al menos, no con la del grueso de la población. Los jóvenes que consume estas imágenes se ven físicamente diferentes, lo que genera complejos e inseguridades.
Asimismo, en la pornografía es poco habitual el uso de preservativos, por lo que los jóvenes subestiman el riesgo de no utilizar métodos de prevención, con el consiguiente incremento de las enfermedades de transmisión sexual y de los embarazos en adolescentes.
¿Qué puedo hacer para que mi hijo no vea pornografía?
La pregunta adecuada sería, en realidad: ¿qué hago para que mi hijo tenga una educación sexual correcta? Las recomendaciones que figuran a continuación están indicadas en cualquier situación, tengamos o no la certeza de que nuestros hijos consumen pornografía.
- Limitar el contenido de Internet al que pueden acceder.
- Educación afectivo-sexual.
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Si hemos descubierto que nuestro hijo ve pornografía:
- No nos alteremos ni le regañemos. Esta reacción por nuestra parte le avergonzará y hará que se muestre reacio a hablar con nosotros sobre el tema.
- Transmitamos sensación de normalidad. Que sepa que es natural sentir curiosidad por el sexo. No queremos que piense que es un bicho raro ni que ha cometido un grave error, porque no es así.
- Hablémosle acerca de la pornografía, explicándole que no es un reflejo de la realidad, que una relación no es ni debe ser así; que en una relación sexual debe imperar el respeto y en ningún caso la humillación o el abuso. Debemos hablarle de manera clara: después de los vídeos que sabemos que ha visto, no tiene sentido andarse con remilgos.
- Invitémosle a preguntar. No sería raro que nuestro hijo esté aún más asustado que nosotros por lo que ha visto y esté deseando obtener explicaciones. Que tenga claro que, al igual que en cualquier otra etapa de su desarrollo, estamos a su lado para ayudarle y aconsejarle, en ese momento y siempre que lo necesite.
- Hablemos de límites. Si vamos a instalar un medio de control de contenido, es conveniente comentarlo con él. Que sepa que lo hacemos porque somos sus padres y nos preocupa su educación: no es una forma de espiarle, sino de educarle.
Disponemos de diferentes opciones: configurar el control parental de acuerdo con su edad, programar el horario del wifi, instalar programas de supervisión, activar el modo restringido… No obstante, estos sistemas no son efectivos al cien por cien ni suponen un método de formación, por lo que el siguiente punto es fundamental.
Comenzando por nosotros mismos, los padres y las madres. Debemos hacer un ejercicio de reflexión personal y desechar prejuicios, inseguridades y vergüenzas para poder de hablar de sexo con nuestros hijos de forma natural y sin medias tintas. Como hemos visto, lo que no aprenden con nosotros, lo aprenden por otros medios. En su centro escolar estudiarán el aparato reproductor y les explicarán los métodos anticonceptivos y las medidas de prevención de enfermedades de transmisión sexual, pero la educación que precisan va mucho más allá. A medida que se adentren en la adolescencia, surgirán nuevas dudas, existenciales y terrenales y, en particular, relacionadas con el sexo. Y necesitarán tener cerca a alguien que responda con claridad y conocimiento a sus preguntas, que serán muchas.
En conclusión, si tras descubrir que nuestro hijo ve pornografía respiramos profundamente, contamos hasta cien y analizamos la situación nos daremos cuenta de que, aunque no es ni mucho menos un asunto que debamos pasar por alto, no es tan grave como nos pareció en un principio. Aparte de limitar el acceso del menor a Internet, debemos convencernos de que su curiosidad por el sexo es normal y de que no hemos de tener pudor en hablar de ello con nuestro hijo. Solo así podremos transmitirle sensación de normalidad y forjar la relación de confianza necesaria para que nos plantee sus dudas e inquietudes. Y, llegado el caso, hemos de estar preparados para responder a sus preguntas con sinceridad y sin tapujos.