Volvemos con una nueva lámina de nuestro material para la intervención de niños y niñas con TDAH.
En esta ocasión, analizaremos una situación cotidiana que suele ser fuente de conflicto familiar: el momento de recoger la habitación después del juego. La psicóloga Icíar Casado nos explica algunas pautas de eficacia probada.
¿Qué ocurre en la lámina mostrada?
- Papá recuerda a Pedrito que ha llegado el momento de recoger los juguetes. El niño no parece prestar atención y sigue a lo suyo.
- Diez minutos después, papa regresa y vuelve a pedirle que guarde las cosas porque es la hora de cenar. El niño continúa jugando.
- Esta historia se repite cada día, así que el padre -ahora muy enfadado- dice a gritos que «hay que recoger ya».
- Pedrito no está por la labor y podemos anticipar cómo acaba la cosa: papa recoge los juguetes con un buen enfado.
Conclusión: Colorín, colorado, otro padre se ha enfadado.
No tiene sentido que los padres nos llevemos estos sofocones cada vez que queremos imponer una norma. Por otra parte, el niño tiene que aprender que después de jugar, toca recoger.
Analicemos algunos detalles de la viñeta:
- El niño está inmerso en una actividad que le encanta y el adulto le plantea otra (recoger) que no le gusta nada. La balanza, por consiguiente, está desnivelada: en un platillo, una actividad motivadora; en el otro, una actividad muy poco interesante.
- Es muy probable, además, que Pedrito ni siquiera haya escuchado las palabras de papá. No lo olvidemos: trabajamos con niños con TDAH. Muchas veces los padres pensamos que nuestros hijos nos han escuchado, cuando no es así. Esta es la primera consigna: tener la certeza de que el niño mantiene contacto ocular y nos presta atención cuando nos dirigimos a él.
- Pero volvamos a la lámina: el padre de Pedrito no hace más que repetir una y otra vez la misma orden. Esto no genera ningún cambio en el niño. Pero sí lo genera en el padre: cada vez está más enfadado.
¿Qué debemos tener en cuenta a la vista de lo anterior?
En primer lugar, entender que una de las cosas que más cuesta a los niños con un diagnóstico de TDAH (y, en realidad, a cualquier niño) es iniciar la conducta. Ahí es donde tenemos que centrar nuestros esfuerzos: en facilitar ese inicio. Una simple frase como «Yo te ayudo a recoger» actúa como motor de arranque. Una vez iniciada la acción, el adulto se detendrá (aunque permaneciendo en la habitación), porque el propósito de este ejercicio es que termine de recoger el niño.
El proceso, por tanto, es el siguiente:
- Ayudamos al niño en el arranque.
- El niño ejecuta la conducta por sí solo.
- Ofrecemos el refuerzo verbal (o muestra de cariño) que hará que esa conducta vuelva a repetirse la próxima vez.