En Psicología y Logopedia BlaBla tratamos con población infantil y, con frecuencia, colaboramos con especialistas en otros campos para atender al niño que presenta un desarrollo diferente.
Hoy tenemos el privilegio de contar con la presencia de la Dra. Cordero, Neuropediatra del Hospital Rey Juan Carlos, Directora de Neuroymás y Directora de la Unidad de Neuropediatría de Blue Healthcare.
La Dra. Cordero está dedicada al cuidado de la familia y a dar a conocer su importancia en el desarrollo del niño desde una óptica integral y humanizada. A lo largo de esta entrevista conoceremos en mayor profundidad la función del neuropediatra.
¿Qué hace un neuropediatra?
El neuropediatra es el especialista que se dedica al estudio de las patologías del sistema nervioso de los pacientes en edad pediátrica. Esto engloba todo lo relacionado con el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) y el sistema nervioso periférico (los cables que conectan ese sistema nervioso con el resto de órganos).
Las patologías relacionadas con el sistema nervioso son muy heterogéneas. Abarcan desde trastornos del neurodesarrollo (relacionados con las funciones superiores), patologías relacionadas con lesiones estructurales (como la parálisis cerebral infantil, por ejemplo) o enfermedades neuromusculares (como la distrofia muscular de Duchenne), hasta las cefaleas infantiles (aunque no tengan una patología orgánica de base) o la epilepsia, otra de las grandes enfermedades que tratamos y seguimos. Hablamos, por tanto, de un abanico de patologías muy diferentes, aunque no las vemos todas con la misma frecuencia.
En mi caso concreto me dedico al neurodesarrollo, por lo que en torno al 80% de los niños que acuden a mi consulta presentan algún trastorno del desarrollo de tipo TEA, TDAH o dificultades de aprendizaje.
Ya has contestado en parte a mi próxima pregunta: ¿qué tipo de pacientes sueles atender en tu consulta? ¿De qué edades?
En neuropediatría hay tal amplitud de diagnósticos que tenemos superespecialidades, con profesionales que se dedican a áreas específicas. En mi caso concreto podríamos hablar de un primer «pico», que corresponde a niños de 3 a 5 años (infantil) con retraso en el desarrollo. En este caso tenemos que ver si hay una base orgánica, una afectación del lenguaje y la comunicación con sospecha de TEA, o un retraso a nivel motor, con la que tendríamos que abrir el abanico diagnóstico. El segundo «pico» corresponde a niños de 8 a 10 años (primaria) que manifiestan dificultades, sobre todo, en el ámbito escolar.
¿Por qué es importante acudir cuanto antes a un especialista?
Porque en la mayoría de los casos el abordaje precoz del trastorno mejorará el pronóstico funcional. La atención precoz y el manejo adecuado a edades tempranas (antes de los 6 años) de un niño TEA, por ejemplo, mejorará significativamente su pronóstico funcional a partir de los 6 años. Y una consulta precoz también es fundamental a la hora de descartar enfermedades orgánicas.
¿Cuál sería la función de la familia en el desarrollo del niño?
Fundamental. El sistema nervioso del niño está preparado para madurar, pero esa maduración necesita estímulos ambientales para producirse. En un niño sano, que no tiene ningún trastorno, estos estímulos ambientales ocurrirán en el entorno familiar. La relación con los padres, la comunicación con el niño, la exposición al juego, la estimulación del desarrollo motor son la base del neurodesarrollo. Sabemos que los niños institucionalizados, que viven en orfanatos los primeros años de su vida, presentan trastornos en su desarrollo, a nivel neurológico y de salud mental, relacionados con el hecho de no haber recibido esa estimulación a la edad adecuada.
¿Cuáles son las dudas que suelen plantearte las familias con mayor frecuencia?
Acudir al neuropediatra es sinónimo de preocupación. Por eso, la primera pregunta que hacen los padres es «¿Esto es normal?». Quieren saber si comparto esa preocupación, si veo un signo de alarma o si lo que me están contando recae dentro de la normalidad.
Si hay signos de alarma y nos preocupa el neurodesarrollo de ese niño, la segunda pregunta es: «¿Esto se va a curar? ¿Va a mejorar? ¿Cómo va a evolucionar?». Hay veces que tenemos respuestas y otras que no tenemos una certeza absoluta. Las personas que trabajamos en este campo -y esto se lo explico a las familias- tenemos que tener paciencia, porque para identificar un trastorno del neurodesarrollo, necesitamos que el neurodesarrollo ocurra. Con independencia de que haya certezas o no, lo que tenemos claro es que en el «ahora» podemos trabajar, estimular y orientar a las familias.
¿Qué recomendaciones darías acerca del diagnóstico precoz?
Una vez que salta la alarma es importante que el especialista vea a ese niño. La pregunta inicial es: ¿Hay motivo de preocupación? No hay que precipitarse por asignar una etiqueta. Lo fundamental es la detección precoz y, una vez detectado un problema, ponernos a trabajar rápidamente sobre el mismo. No es necesario esperar a la etiqueta para empezar a trabajar, ni tampoco precipitarnos, porque las cosas no van a ser distintas porque lleguemos a un diagnóstico de certeza al final del camino. Lo importante del diagnóstico precoz es detectar el problema y trabajarlo desde el primer momento.
¿Crees que hay sobrediagnóstico del TDAH?
No. El TDAH estaba ahí en el pasado y no se diagnosticaba. No lo estamos inventando. Conocemos las cifras: es uno de los trastornos más frecuentes del neurodesarrollo y la prevalencia estimada, dependiendo de los estudios, oscila entre el 3-7%. La última cifra de la que tengo conocimiento, en España, es del 6,7%. Esta es la realidad, que además coincide con lo esperable a la vista de la prevalencia mundial. Este porcentaje se ha mantenido a lo largo de los años (no se ha disparado con respecto a los datos previos). Lo que ocurre es que ahora se detecta el TDAH lo que, por otra parte, es fundamental para estos niños.
¿Cuál es, en tu opinión, el tratamiento más eficaz ante un diagnóstico de TDAH?
En todos los trastornos que trato y especialmente en el TDAH, el tratamiento multidisciplinar es el más eficaz. Esto está contemplado en las guías y recomendaciones de buena práctica médica. El niño necesita apoyo psicológico, apoyo psicopedagógico y, cuando hace falta (y en muchas ocasiones es de gran ayuda), tratamiento farmacológico.
El tratamiento farmacológico aislado no es suficiente pero, tal como está organizado el sistema, es lo que termina ocurriendo muchas veces. No hay que tener miedo al tratamiento farmacológico, siempre y cuando tengas un especialista de confianza que te explique los pros, los contras y el por qué. Pero con frecuencia quedan cosas en el tintero que habría que trabajar. Es fundamental el apoyo psicopedagógico, por ejemplo, porque el TDAH es una disfunción ejecutiva y el niño necesita ayuda para aprender a organizarse, a planificar, etc. Además, los trastornos de lectoescritura son frecuentes en el niño con TDAH (comorbilidad con la dislexia o la disgrafía propia del TDAH, por ejemplo). También es necesario apoyo psicológico porque son niños con muchos problemas a nivel emocional. Por regla general, llevan mucho tiempo (o más del que deberían) trabajando de una manera ineficaz que les obliga a emplear mucho tiempo para obtener unos resultados que no son acordes con el esfuerzo realizado, y esto afecta directamente a la autoestima. Es fácil que sean niños con una baja autoestima, inseguros o que se enfrenten a los exámenes con bloqueos. O si hay un alto componente de hiperactividad e impulsividad, que tengan dificultades para controlar los impulsos, ataques de ira, conflictos con iguales… todo esto requiere de un entrenamiento psicológico.
¿Cuál sería tu recomendación para las familias que acaban de recibir un diagnóstico inesperado?
Que busquen un profesional de referencia de su confianza que les allane el camino. Por regla general, son familias que rebotan entre distintos especialistas, que no terminan de ver la solución en ninguna parte y que escuchan opiniones muy distintas -y todo el mundo opina, lo que tampoco ayuda-. Mi recomendación sería: busca un profesional de referencia y deja que te guíe. Al menos al principio, en ese momento de aturdimiento que acompaña al diagnóstico. Deja que ese profesional solvente tus dudas y te oriente sobre cómo y cuándo hacer las cosas. Es importante que la familia descargue responsabilidades y se deje acompañar.