Con frecuencia hablamos de la importancia de mantener las rutinas de los niños, más aún en estos momentos extraordinarios. En este vídeo, la psicóloga Iciar Casado nos explica el porqué.
El niño no ha adquirido aún la madurez cognitiva del adulto y debe recurrir a herramientas prácticas para orientarse en el tiempo: acontecimientos, situaciones y hechos que se repiten de forma sistemática a lo largo del día estableciendo un patrón fácil de recordar. Sabe que cuando sale al patio con sus compañeros es «por la mañana»; que cuando tiene clases de mates y después acude al comedor es «mediodía»; que después de merendar y ver un ratito la tele, es «por la tarde», y el momento del baño le indicará probablemente que se acerca «la noche». Estas mismas rutinas también le permiten distinguir entre días de la semana–fines de semana y periodos escolares–vacacionales.
Pero las rutinas proporcionan otro valioso beneficio: la sensación de seguridad y control.
Orientación temporal y sensación de seguridad y control
Todos –niños y adultos– necesitamos saber qué va a pasar después, y este después puede abarcar previsiones tan cercanas como qué tengo que hacer esta tarde, a otras relativamente alejadas en el tiempo, como programar nuestras vacaciones, e incluso a tan largo plazo como planificar nuestro proyecto vital. Esa capacidad de planificación y organización, que constituye la base de un comportamiento autónomo, genera sensación de bienestar porque nos ayuda a controlar –y a sentir que controlamos– las riendas de nuestra vidas. Y esto es así con independencia de que seamos niños o adultos.
Los nuevos acontecimientos han trastocado la vida de todos. El día a día de nuestros hijos –marcado hasta ahora por las rutinas– se ha convertido en un continuo sin apenas referentes horarios: los acontecimientos son los mismos; el escenario es el mismo; las personas con las que comparten cada minuto de sus vidas son las mismas. Tampoco los días de la semana (clases y horarios estrictos) se diferencian del fin de semana (actividades lúdicas y horarios flexibles).
Los padres comenzamos a observar cambios de humor en nuestros hijos y problemas de conducta, incluso retrocesos en el desarrollo de su autonomía. Y es que, sin un objetivo concreto, sin saber qué perseguimos, ¿qué sentido tiene esforzarse?
Es aquí donde padres y madres podemos y tenemos mucho que hacer. Os invito a todos a preparar un «horario de creación de rutinas» adaptado a la disponibilidad y recursos de cada familia. Este horario, que preferiblemente prepararemos con nuestros hijos, contendrá aquellas tareas y actividades que consideremos oportunas –hacer gimnasia, aprender lenguaje, leer, trabajar habilidades de autonomía, repasar mates, ayudar en la limpieza de la casa, ver un ratito la televisión….– teniendo en mente que su importancia estriba, más aún que en el contenido, en establecer una estructura de actividades cuya repetición y sistematización faciliten la orientación temporal de nuestros hijos.