Son muchos los padres que se preocupan por los efectos que la exposición reiterada al ruido provoca en sus hijos adolescentes (que acuden a discotecas, cines o salones recreativos y escuchan música a gran volumen a través de los cascos) y, sin embargo, no reparan en los niveles de ruido a los que están sometidos sus hijos pequeños con la falsa creencia de que los niños son menos sensibles a esos efectos, lo que es totalmente erróneo. La pérdida de audición inducida por el ruido (que daña las células del órgano de Corti del oído interno y el nervio acústico) es acumulativa a lo largo de la vida y puede comenzar incluso mientras el niño se encuentra en el útero de la madre, si ésta está expuesta a un ruido excesivo durante periodos frecuentes.
Cuando regalamos un juguete a nuestro hijo (ya se trate de una pistola, un muñeco, un robot o una caja de música) que, en ocasiones, llega a superar los 110 dB, estamos sometiéndolo a un nivel de ruido que puede ocasionarle daños auditivos irreparables, con los agravantes de que, dado el pequeño tamaño de los brazos del niño y su tendencia a aproximarlo todo a la cara, el ruido se producirá mucho más cerca de su oído, y de que el grado de tolerancia del niño es superior al del adulto. Así pues, no es infrecuente que los padres acaben retirando o apagando un juguete cuyo sonido repetitivo les irrita profundamente y que, sin embargo, el niño oye una y otra vez con gran alegría. Pensemos, a modo ilustrativo, que una intensidad de sonido de 80 db correspondería a la producida por un torno, una intensidad de 110 db a la de un martillo neumático y una intensidad de 120 db al despegue de un avión, y en todos estos casos, se recomienda (u obliga) a los adultos que trabajan en ese tipo de entornos el uso de protectores acústicos.
Antes de adquirir un juguete, examínalo minuciosamente y comprueba si te obliga a elevar la voz cuando hablas o si carece de control de volumen. Piensa que si el ruido te resulta molesto o irritante o excesivamente alto, también lo será para tu hijo. Y no olvides comprobar los juguetes que tienes en casa. Desecha o retira las pilas de aquellos que sean muy ruidosos. Nuestra responsabilidad como padres, sin embargo, va más allá de tratar de mantener al mínimo los niveles de ruido de nuestro hogar: la educación y concienciación de nuestros hijos, desde la más tierna edad, es fundamental para su salud acústica.