En ocasiones los padres acuden a nuestro gabinete preocupados porque, coincidiendo con la llegada de un nuevo hermanito, han notado una regresión en el habla de su hijo que hasta entonces había mostrado un desarrollo normal del lenguaje. Con frecuencia, esta circunstancia se acompaña de otras alteraciones emocionales y comportamentales como pesadillas, sueño irregular, eneuresis, falta de apetito, cambios de humor, lloros, rabietas frecuentes, terquedad, dificultad para aceptar normas o malestar físico.
La aparición de celos por la llegada de un nuevo miembro a la familia es una reacción normal en el proceso evolutivo y de adaptación del niño. Ante las nuevas circunstancias, el niño se siente desplazado y desprotegido y reclama la atención que recibía antes y que ahora debe compartir. El comportamiento regresivo, que es más frecuente cuando la diferencia de edad entre los hermanos es pequeña (en torno a un año y medio) y el niño está en pleno desarrollo del lenguaje (hacia los dos años y medio) remite, por lo general, de forma natural. Sin embargo, no son infrecuentes los casos en los que el estancamiento en el desarrollo del lenguaje del hermano mayor es tan acentuado que el pequeño pronto le superar en fluidez.
El niño comienza a imitar a su hermano pequeño utilizando un habla infantilizada con repeticiones de palabras y frases, errores en la pronunciación de fonemas, omisión de sílabas, estructuras excesivamente simples para su edad cronológica e incluso tartamudeo.
Los padres, conscientes de lo difícil que es pasar de ser «hijo único» a “tener un hermanito”, refuerzan en muchos casos instintivamente este tipo de conductas, bien dramatizando la situación, bien prestando excesiva atención al niño (sobreprotegiéndolo). De esta forma, lo que en principio no era más que un error evolutivo, termina enraizándose por los refuerzos recibidos (el niño obtiene la atención de los padres y, por tanto, repite la conducta), situación que se reafirma cuando (lo que no es infrecuente) el pequeño de la casa comienza a dar respuestas más maduras y ágiles –una “habilidad” que sorprende a sus padres y que eclipsa a su hermano mayor, colocándolo en un segundo plano y reforzando el rol que ha asumido. Cuando el niño llega a la consulta no solo requiere terapia logopédica para estimular el lenguaje sino una importante intervención en casa destinada a modificar esos roles, con medidas encaminadas a desdramatizar los episodios de celos, premiar sus producciones más maduras sin ridiculizar las infantiles y reforzar su autonomía, responsabilidad y autoconfianza.