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La succión y su repercusión en el habla del niño

El movimiento de succión -que podemos observar claramente si introducimos un dedo o un chupete en la boca del bebé-, es fundamental en la vida del recién nacido ya que será este reflejo el que le permitirá nutrirse e interactuar con el medio que le rodea. Las ecografías muestran que hacia el segundo trimestre de la gestión aparece en el feto el reflejo de succión-deglución que posteriormente se desencadenará ante el estímulo del pezón materno una vez que se encuentre fuera del útero. Este reflejo dura entre dos y cuatro meses, momento en el que es sustituido por la succión voluntaria, y termina desapareciendo cuando, con la erupción de los dientes, el niño abandona la lactancia y el biberón y empieza a masticar, modificando su patrón deglutatorio.

niño chupando dedo

Sin embargo, con frecuencia esa succión es sustituida por una succión «no nutritiva». El niño succiona el dedo, un chupete o cualquier otro objeto porque esa acción le relaja y aporta tranquilidad y seguridad. La mayoría de los autores coinciden en considerar este hábito normal hasta los tres o cuatro años de edad. No obstante, si persiste en el tiempo puede denotar un estado de ansiedad, estrés, frustración, inseguridad o inmadurez en el niño o una necesidad de llamar la atención. La succión del dedo es particularmente perjudicial si se mantiene tras la dentición permanente ya que puede afectar a la posición de los dientes e impedir el correcto desarrollo de boca, paladar y mandíbula. El grado de alteración dependerá de la duración, la frecuencia y la intensidad de la succión así como de la colocación del dedo porque, aunque el dedo pulgar es, por lo general, el preferido por el niño, puede sustituirlo por cualquier otro. Como resultado de este hábito deformante la lengua deja de presionar el paladar y permanece en una posición baja, se produce un hiperactividad de los músculos buccinadores (responsables del movimiento de succión) y niño ejerce con uno o más dedos una presión continua contra el paladar y los dientes.

El paladar ojival (estrecho y elevado en la parte central), las mordidas anómalas, el retraso en la erupción dentaria, las deformaciones dentoesqueléticas o las alteraciones estéticas y funcionales son algunas de las anomalías asociadas a la succión digital.

Pero las repercusiones de este hábito también son importantes desde el punto de vista del lenguaje oral. Todas las estructuras bucales, ya sean los labios, la lengua, el paladar blando o duro, los dientes, los alvéolos, la mandíbula o la musculatura orofacial son fundamentales para la correcta pronunciación de los sonidos y cualquier alteración en los mismos distorsionará la articulación de los fonemas. La succión, en sus distintas versiones -digital, labial, lingual o del chupete u otro objeto que el niño acostumbre a llevarse a la boca- están muy relacionadas con las disglosias, denominación que reciben las alteraciones del lenguaje ocasionadas por anomalías en los órganos responsables de la articulación de los fonemas. El tipo de disglosia que presente el niño dependerá del órgano afectado.


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