Antes de responder a esta pregunta es importante tener claro qué es la dislexia.
Dislexia es…
Un trastorno del lenguaje escrito en el que está especialmente afectada la conciencia fonológica. Entendemos por conciencia fonológica la habilidad que nos permite descomponer algo global, como puede ser una palabra, en sus componentes más específicos –esa cadena de sonidos que la conforman–.
No es una tarea fácil. De hecho, necesitamos un buen desarrollo cognitivo para poder realizarla y una memoria de trabajo (en particular, verbal) lo suficiente madura. Necesitamos asimismo un buen control ejecutivo para poder llevar a cabo esa manipulación consciente y organizada, lo que requiere además de control atencional.
Esto repercute de forma directa en la escritura: los niños con alteraciones en la conciencia fonológica cometen errores típicos al escribir como, por ejemplo, la omisión o la adición de letras o los cambios en su posición. Pero esta no es la única dificultad del niño con dislexia.
También se observa una clara dificultad para integrar el canal visual con el auditivo que es, exactamente el mecanismos que utilizamos al leer: asociar una letra (estímulo visual) con el fonema (elemento auditivo).
Así, nos encontramos con niños con diagnóstico de dislexia que leen muy despacio y con gran esfuerzo y comenten errores frecuentes en la decodificación. Si a esto le sumamos que hay grafías que se parece mucho entre sí, como puede ser la «p» y la «q» o la «b» y la «d», e incluso muy similares a nivel de fonética, aumentan las dificultades.
Cuando un niño una niña –teniendo en cuenta su proceso madurativo– comete errores de escritura, lo primero que tenemos que preguntarnos es a qué se deben esos errores. Puede ocurrir que haya dificultades de tipo viso-perceptivo o viso-espacial que no solo se refieran a la escritura, y que también le cueste diferenciar otro tipo de formas o figuras.
Obviamente, tenemos que trabajar estas dificultades porque influyen de manera directa en la decodificación que hacemos durante la lectura, pero estas dificultades son muy diferentes de las que presenta un niño con dislexia y, por consiguiente, también la intervención será diferente.
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