Proteger la autoestima… aunque sea por medios inadecuados
Con relativa frecuencia, observamos en las aulas del primer ciclo de Educación Primaria -es decir, entre alumnos de 6 y 7 años-, dinámicas similares a las que ilustra la viñeta de hoy.
En esta etapa, los niños están inmersos en el proceso de construcción de su autoestima. El entorno escolar se vuelve más exigente y competitivo, y dado el mayor desarrollo cognitivo de los alumnos, estos son más analíticos, más conscientes de lo que sucede a su alrededor… y bastante más críticos.
La escena anterior es prototípica: el niño con determinadas dificultades -por ejemplo, comportamientos disruptivos, bien por problemas de gestión emocional o por una marcada inquietud-, acaba siendo el centro de atención del profesorado y objeto frecuente de regañinas y castigos.
Así las cosas, es muy probable que este protagonista habitual de los líos en el aula experimente sensación de satisfacción cuando sea otro el que «la monte» y reciba un castigo que habitualmente recae sobre él. Seguramente, pensará: «Vale, esta vez le ha tocado a ese pringado» y, ese hecho le resultará, paradójicamente, reconfortante y reforzará su autoestima. Tenemos un refrán que ilustra a la perfección este comportamiento tan humano, incluso entre los adultos: «ver la paja en el ojo ajeno».
Este mecanismo -aunque comprensible en niños pequeños todavía en proceso de aprendizaje de la inteligencia emocional y de la empatía- puede generar, sin embargo, dinámicas perjudiciales. Algunos alumnos, sin ser plenamente conscientes del daño que causan, buscan deliberada y recurrentemente que otros actúan mal o pierdan los estribos, simplemente para reafirmarse y sentirse mejor consigo mismos.
¿El niño es el único responsable?
¿Podemos depositar toda la responsabilidad sobre niño que recurre a estos mecanismos para proteger su autoestima, aunque lo haga de forma inadecuada?
Antes de señalar culpables, conviene reflexionar sobre si el sistema educativo está funcionando adecuadamente. El fenómeno anterior tiene mucho que ver con la forma en cómo los adultos abordamos los conflictos: centrándonos demasiado en lo negativo. Así que hagámonos la pregunta siguiente: ¿estoy reforzando las conductas positivas o incluso las neutras o solo reacciono ante los comportamientos problemáticos? Obviamente, es importante dejar claro cuándo una conducta infantil no es adecuada, pero se echa en falta un acompañamiento real que vaya más allá del castigo.
La valiosa y nada fácil función del docente
El papel del docente es básico y, sí, exigente. Si se toma tiempo para explicar al grupo la dificultad que atraviesa ese niño (no solo lo que ha hecho mal, sino también por qué lo ha hecho y qué puede hacer el grupo para ayudarle a que no repita esa reacción), promover la empatía y fomentar la atención por el otro -preguntándole, por ejemplo, si necesita ayuda cuando empieza a alterarse-, contribuirá notablemente a mejorar el manejo de la emociones de ese alumno. Y ese trabajo en equipo también forma parte del desarrollo de la inteligencia emocional colectiva.
Contenido del vídeo: este vídeo explica el proceso de aprendizaje infantil y presenta estrategias de modificación de conducta, como el uso de refuerzos positivos, negativos e intermitentes, que pueden ser aplicadas para corregir comportamientos no deseados. Algunas de estas técnicas son sencillas y accesibles para padres y educadores, mientras que otras requieren formación especializada y deben ser implementadas por profesionales cualificados.