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Nunca llegarás a nada, Bartolito

Las caricaturas tienen la facultad de poner de manifiesto situaciones y comportamientos que, al estar sutilmente integrados en nuestras rutinas, pasan desapercibidos, pese a sus efectos insidiosos sobre las personas. Actúan, por consiguiente, como lupa de esas pequeñas cotidianidades, añadiéndoles un toque de exageración amable que no resta veracidad al mensaje.

En el vídeo de hoy, caricaturizamos un comportamiento habitual en la vida de algunos adultos con hijos. Este fenómeno responde, en muchos casos, a un claro analfabetismo emocional y, en otros, a la ignorancia de su propia e importante responsabilidad en la educación y desarrollo de los niños.

La escena de Bartolito nos muestra cómo el adulto tiende a identificar y resaltar comportamientos infantiles que considera inapropiados o contrarios a sus expectativas. Trata de modificarlos aplicando estrategias que, en lugar de ayudar al niño, hacen que este se siente más incompetente y desmotivado para introducir cambios en su vida.

Analicemos la situación desde una triple perspectiva:

▶️ Focalización, casi en exclusiva, en lo negativo. Esta atención del adulto a lo problemático tiene una razón adaptativa, ya que nos prepara para afrontar cambios. Sin embargo, en el contexto de la educación de un menor en pleno desarrollo, carece de sentido y, sobre todo, de eficacia. Centrarnos en lo negativo sin más (asumiendo, de alguna forma, que el menor debe madurar y mejorar por sí sólo sin ayuda del adulto) desaprovecha el innegable poder motivador de destacar los avances y logros infantiles.

▶️ Uso abusivo del castigo. En el caso de Bartolito, el castigo adopta la forma de comparaciones con su hermano, críticas repetitivas sobre sus actos y predicciones fatalistas sobre su futuro.

Cuando detectamos conductas inadecuadas en el niño, sería más constructivo preguntarnos por qué ocurren, en qué circunstancias se producen y qué herramientas podemos ofrecer progresivamete para ayudarle a evitarlas. Aunque el castigo es una estrategia de modificación de conducta necesaria en determinados contextos, su uso recurrente entraña múltiples problemas, entre otros, la habituación o los efectos negativos sobre la autoestima.

▶️ Egocentrismo del adulto. A menudo, las frustraciones del adulto –ya sea por experiencias personales pasadas, por la educación recibida o por expectativas incumplidas respecto a sus hijos– le llevan a centrarse en sí mismo. Olvida entonces que su hijo o hija es una persona independiente, con sus propios deseos, preferencias y esperanzas. Deseos, preferencias y esperanzas que no tienen por qué ser un reflejo fiel de los de sus progenitores.

El adulto debe ser consciente de la magnitud de la responsabilidad que asume como padre y aprender a observar a sus hijos con actitud comprensiva y amplitud de miras. Conocer las características y habilidades de cada uno de ellos le permitirá ofrecerles estrategias que les ayuden a mejorar y crecer como personas sanas, autónomas y seguras de sí mismas, no como una prolongación o una copia de sus progenitores, hermanos o cualquier otro.

 

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