Las pautas que se enumeran a continuación son de carácter general y están indicadas para facilitar las tareas, en particular, académicas, del niño con dificultades de aprendizaje.
Reducir las expectativas
- Esto que tenemos tan integrado los padres de que «el niño tiene que hacerlo solo» es resultado con probabilidad de una concepción mal entendida de la autonomía y genera sensación de desprotección en nuestro hijo. Si el niño pide ayuda, sobre todo con las tareas académicas, lo más probable es que la necesite. Nuestro cometido es acompañarle, no hacerle los deberes.
Favorecer la motivación interna
- Y si no funciona, recurrir a la motivación externa. En cualquier caso es importante no ofrecer premios por sistema o anticiparnos a ofrecerlos, porque anulamos la posibilidad de que nuestro hijo o hija nos sorprenda haciendo la tarea por el simple hecho de sentirse bien o de que nos sintamos bien nosotros (lo que es mucho más efectivo).
Siempre que sea posible, aprendizaje por experiencia directa
- Esta es la forma más eficaz y motivadora de aprender, ya que permite al niño explorar y descubrir por sí mismo e interactuar con el mundo circundante en lugar de adoptar una posición pasiva y limitarse a escuchar la explicación de un concepto determinado.
Asociar contenidos a experiencias personales
- La memoria y las emociones mantienen estrecha vinculación, por lo que todo lo que se acompañe de una carga emocional positiva se retendrá con mayor facilidad.
Cuidar el nivel de activación
- Tratar de estudiar después de jugar con el móvil o la tablet es complicado debido al elevado nivel de activación. Si hemos pactado con nuestra hija o hijo que cuando llegue del colegio puede ver un poco la tablet, dedicaremos un ratito a mover y oxigenar el cuerpo antes de ponernos con las tareas.
Adaptar la metodología a las necesidades del niño
- Y tener en cuenta, también, sus puntos fuertes para aprovecharlos al máximo. Es recomendable utilizar siempre material visual complementario ya que, por regla general, todos procesamos mejor la información visual que la verbal.
Aprovechar los momentos de mayor activación cognitiva
- Pretender hacer los deberes con niños menores de diez años a partir de las ocho de la tarde es perder el tiempo. Lo único que conseguiremos es acabar todos malhumorados.
Permitir del movimiento
- Esta recomendación funciona siempre y es una excelente forma de reactivar el nivel atencional.
Programar las tareas
- En particular, si se trata de tareas académicas. Conviene comenzar con las que son «medianamente costosas» para ir introduciendo las de mayor dificultad, aprovechando que el niño o la niña se encuentra en su momento atencional máximo, para terminar con algo más fácil coincidiendo con el punto en el que empieza a descender la atención.
Reconocer el esfuerzo realizado, no el resultado
- Si una niña con dislexia realiza un gran esfuerzo para leer una frase y se queja de ello, validaremos su emoción porque tiene razón para quejarse. No infravaloremos los diagnósticos de nuestros hijos. Si el niño o la niña tiene una dislexia, le costará leer mucho más que a sus compañeros y hemos de reconocer esa realidad.
No castigar o regañar por los errores
- El error es una parte básica del aprendizaje y es resultado de una elección efectuada por el niño. El error es lo que nos lleva a introducir cambios en nuestra vida y a buscar nuevas formas de hacer las cosas.
Identificar tanto la activación emocional del niño como la nuestra
- Muchas veces intentamos enseñar algo en un momento en el que nuestro hijo o hija no muestra ninguna predisposición para escucharnos y tampoco nosotros estamos en el mejor momento para enseñar. No podemos pretender que nuestro hijo aprenda si, por ejemplo, hablamos a gritos o estamos enfadados porque hemos dedicado mucho tiempo a hacer las tareas y todavía queda un arduo trabajo por delante. Esto lo único que provocará es un bloqueo emocional y difícilmente habrá aprendizaje. Llegados a ese punto, lo mejor es dejarlo.
Ofrecer un modelo conductual facilitador ante las tareas del colegio
- Al principio somos nosotros -padres y madres- quienes dirigimos ese modelo con intención de ir retirándonos a medida que nuestros hijos lo interiorizan. En ese momento habremos dado un gran paso a lo que autonomía se refiere, pero hasta entonces tendremos que estar ahí. ¿Cómo aplico el modelo?
- Retiro distractores.
- Compruebo la agenda.
- Organizo el material que necesito.
- Organizo la tarea en función de las dificultades/exigencias.
- Planifico descansos.
- Prepararemos además autoinstrucciones visuales de forma que nuestro hijo tenga siempre presente la secuencia anterior que, llegado el momento, realizará de manera autónoma.
Valorar la retirada progresiva de apoyos
- Cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje y, por consiguiente, será ese el que marque el ritmo de retirada de los apoyos.