Planificar las tareas da menos tarea

Planificar: un deber

La planificación es un imprescindible cuando hablamos de realizar tareas escolares con un niño con TDAH. La acción de planificar tiene en cuenta aquellas capacidades que le resultan más costosas: mantener la atención y la concentración por periodos prolongados, controlar estímulos distractores, inhibir la respuesta motora, demorar la recompensa, gestionar tiempos…

Los padres no tenemos la costumbre de llevar a cabo esa planificación en función de las características específicas del niño o niña. Las tareas escolares se transforman entonces en un campo de batalla diario en el que nuestros hijos con TDAH terminan convencidos de que todo lo hacen mal, una sensación que los padres reforzamos involuntariamente. Esa asociación repetida de «deberes = conflicto» termina disparando la aversión del niño hacia todo aquello que huela a tarea escolar.

Merece la pena dedicar tiempo a la planificación por dos motivos clave:

• Evitar la aversión al momento de las tareas escolares.
• Aprovechar la ocasión para que los niños aprendan estrategias que les ayudarán a mejorar su autonomía.

Pero veamos la viñeta…

1. Jimena se enfrenta a los deberes con el mismo ánimo con de todos los días: malo.
2. Mamá le explica el enunciado de un problema. ¡Pero el boli verde es mucho más divertido y ¡da vueltas!
3. La madre de Jimena hace acopio de paciencia, le quita el boli, y vuelve al enunciado.
4. «Este trasladador es igualito a una boca» -piensa Gimena, mientras su madre habla-. E intenta ver si puede sacar la lengua por él.
5. Mamá está a punto de explotar y, cuando Jimena hace un cucurucho perfecto con el folio, se lo arranca de las manos sin miramientos.
6. Resultado: Jimena llora, mamá hace el ejercicio y otra tarde de enfado en casa.

¿En qué consiste la planificación?

Inicialmente nos encargaremos los padres de planificar con el niño.

Permaneceremos a su lado para comprobar que todo se desarrolla según lo planificado, aunque con el propósito claro de que el niño ponga estas estrategias en marcha de forma autónoma tan pronto las haya interiorizado.

Grosso modo, la planificación consistirá en lo siguiente:

• Predisposición: vamos a empezar las tareas. Sabemos que esto es algo complejo para el niño, así que facilitémosle la adopción del «modo esfuerzo». ¿Cómo? En primer lugar, retirando de la mesa cualquier posible distractor, siempre con su ayuda. El niño tiene que saber qué se está haciendo y por qué, ya que de otra forma no incorporará ese aprendizaje. Preguntémosle qué elementos considera distractores internos (objetos colocados sobre la mesa, ruido de fondo, presencia de mascotas…) o externos (hambre, sed, ganas de hacer pis, frío…) y retirémoslos o solventémolos antes de ponernos con la tarea.
• Tiempo pautado: lo haremos en función del tiempo que el niño pueda mantener la atención. Si son diez minutos, pautaremos periodos de diez minutos con descansos de tres o cuatro minutos, tiempo en el que realizará una actividad motora (moverse, bailar, ejercicio, etc.) o modificará la temperatura corporal (lavándose la cara, mojándose la nuca o tomando un vaso de agua, por ejemplo). Ambas actividades activan el lóbulo parietal encargado de mantener la atención.
• Todo el material necesario a mano: evitaremos así motivos o disculpas para levantarse fuera de los tiempos de descanso pautados.
• Refuerzo positivo: Una vez realizadas las tareas escolares según el planteamiento citado, el niño recibirá el refuerzo positivo que previamente hayamos acordado. No tiene por qué ser un premio. Puede consistir en bajar al patio, un juego de mesa con mamá y papá o cualquier otra cosa que le motive.
• Monitorización: mientras el niño no automatice este proceso, los padres deben monitorizarlo hasta que pueda hacerlo él solo.