La protrusión lingual es motivo frecuente de visita al logopeda. En muchos casos, los pacientes llegan a consulta remitidos por su odontopediatra al observa que los problemas de malaoclusión (la arcada superior no encaja correctamente con la inferior) se deben a un mal hábito en la colocación de la lengua con afectación, a menudo, de la musculatura orofacial y repercusión en la masticación, la articulación y la respiración. Mientras duerme, deglute o habla, el niño (o adulto) presiona la lengua contra los incisivos superiores o inferiores, o la coloca entre los dientes, provocando alteraciones dentarias y modificaciones en la forma de las arcadas que causan problemas estéticos y funcionales.
De etiología multifactorial, la protrusión lingual pueden involucrar factores anatómicos, fisiológicos y ambientales (respiración bucal, hábitos linguales y labiales, tamaño de la lengua, hipotonía, succión digital…).
Se trata de una disfunción frecuente, a menudo asociada con la deglución atípica. Durante los primeros meses de vida, la lengua del recién nacido es comparativamente grande, ocupa toda la cavidad de la boca y se encuentra en posición adelantada para favorecer la presión sobre pezón de la madre y el movimiento de succión de la leche. Hacia el sexto mes, coincidiendo con la aparición de los incisivos, se produce un retroceso en su posición y se originan los cambios morfológicos y funcionales que permitirán la deglución adulta.
Durante la deglución normal, dientes y labios permanecen en contacto; la punta de la lengua asciende y hace presión sobre el paladar, en tanto que desciende su parte posterior, actuando como una rampa que proyecta el bolo alimenticio hacia la faringe. Durante la deglución atípica, sin embargo, persisten las características de la deglución del lactante: el niño no lleva la lengua hacia el paladar sino que la hace descender o la interpone entre las arcadas dentarias impidiendo el correcto cierre labial (observaremos que, cuando traga saliva, la lengua es visible entre los espacios interdentales). Esta continua presión sobre los dientes -tengamos en cuenta que tragamos saliva unas 70 veces por hora, por término medio-, termina provocando mordida abierta, entre otros muchos problemas.
El tratamiento ortodóncico es eficaz para corregir problemas de oclusión, pero el ortodoncista debe trabajar mano con mano con el terapeuta miofuncional para evitar malos hábitos linguales si desea que los resultados de su intervención sean permanentes.
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