Hablar de frustración es hablar de límites. A nadie, niños o mayores, nos gusta que nos pongan freno cuando estamos haciendo algo que nos interesa. Sin embargo, sabemos que controlar nuestra conducta y las emociones que la acompañan es importante para nuestro desarrollo.
Por ello, papás y mamás, debemos acompañar a nuestros hijos en el aprendizaje de la tolerancia a la frustración. Y ese acompañamiento empieza por comprender que nuestros hijos deben frustrarse para poder aprender a gestionar ese sentimiento.
Si un niño o una niña se pone a llorar cuando le decimos que no puede tomar más «chuches», lo único que está haciendo es ser consecuente con la emoción que siente en ese momento. Por lo tanto, no se trata de castigar esa reacción, sino de esperar a que disminuya el nivel de activación que genera el enfado.
Cuando el niño esté más tranquilo, será el momento de hablar, de validar su emoción y de explicarle que entendemos esa reacción de enfado. Pero, sobre todo debe relacionarlo con una cognición, con un pensamiento, con un contexto que le ayude a regular esa emoción.
Ahora será la ocasión perfecta para explicarle el por qué de nuestro límite y ofrecerle un comportamiento alternativo que pueda aplicar la próxima vez que viva una experiencia similar.
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marzo 23, 2022
