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¿Quién no suspiraría ante este reto?

Por muy animoso que seas, tratar de explicar algo a una persona que interrumpe una y otra vez o «se sale por la tangente», planteando cuestiones que nada tienen que ver con el tema tratado, termina con la paciencia de cualquiera.

Esta situación la conocen perfectamente los padres y madres de muchos niños con TDAH. Las interrupciones se deben, por lo general, al gran número de ideas que afloran en la cabeza de sus hijos, en los momentos más inoportunos, por falta de control inhibitorio.

La rápida conexión de ideas, sin filtro alguno, es habitual en los primeros años de vida del niño. Las respuestas extravagantes y desinhibidas -toda una demostración de capacidad creativa- tiene que ver con la inmadurez del sistema ejecutivo. En los niños con TDAH, con una desarrollo deficitario de las funciones ejecutivas, esta sobrecarga caótica de información puede prolongarse en el tiempo.

¿Cómo reaccionamos los padres?

Hay tres respuestas frecuentes:

1️⃣ Nuestro hijo nos arrastra a su terreno con sus interrupciones y olvidamos el objetivo inicial.

Que el adulto se adapte a los intereses del niño puede ser muy enriquecedor para este, sobre todo, en lo que al plano emocional se refiere. Pero no es el modelo de conducta correcto para la consecución de objetivos concretos.

2️⃣ Nos enfadamos por las interrupciones del niño.

Intentamos entonces regresar a la tarea original por métodos tan expeditos como las amenazas. Esto termina tiñendo de malestar una situación que debería haber sido agradable para todos.

3️⃣ Ignoramos los planteamientos del niño.

Con ello, coartamos su potencial creativo y propiciamos situaciones de frustración innecesaria.

Sabemos que el niño o la niña con TDAH interrumpen con frecuencia las explicaciones de los padres debido a las ideas intrusivas (y muy motivadoras para ellos, por cierto) de las que no logran deshacerse con facilidad. Aunque el adulto crea haber reconducido la atención del niño hacia la tarea original, lo más habitual es que este alterne la atención entre la actividad que tiene entre manos y los pensamientos intrusivos. El resultado: numerosos errores gestados en esos periodos de inatención.

Ante estas situaciones, recomiendo encarecidamente la técnica de la hoja en blanco. El niño o la niña anotarán, mediante una palabra clave o un dibujo, dependiendo de la edad, los pensamientos intrusivos que se producen durante la tarea realizada. Una vez completada la actividad en cuestión, el adulto pedirá al niño que le hable sobre lo que apuntó en la hoja de papel.

¿Qué logramos con esto?

▶ Dar salida al pensamiento emergente disminuyendo su capacidad distractora.

▶ El niño se siente escuchado y valorado.

▶ Puede expresar libremente su potencial creativo.

▶ Todos mantenemos la calma.

A la vista de estos beneficios, creo que merece la pena probarlo.

 

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