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¿TDAH? Pero si atiende cuando quiere…

Con frecuencia escucho eso de «mi hijo no tiene problemas de atención. Es capaz de estar horas con la PlayStation». De hecho, el potencial de las pantallas para mantener absortos a los niños es tal que dudo mucho que ninguno -atento o inatento- pueda librarse fácilmente de ese influjo.

Por eso me gustó la consulta de una mamá -que no planteaba el ejemplo habitual de las pantallas- a la que el propio colegio había aconsejado llevar a cabo una valoración de su hija debido al notable descenso de su rendimiento académico y a las muestras evidentes de inquietud motora (lo que, dicho de paso, es habitual en niños, pero más infrecuente en niñas con TDAH).

Según esta madre, su hija podía pasarse la vida haciendo manualidades, algo que le encantaba.

La frase que da título a este post se corresponde con la respuesta del pediatra de la niña, cuando la madre le comentó lo que le habían aconsejado en la escuela.

Este comentario, que he escuchado a bastantes profesionales, hay que tomarlo con pinzas.

Esta niña es capaz de permanecer horas concentrada en una actividad que le apasiona. ¿Significa esto que no tiene TDAH? No podemos asegurarlo. La principal razón es que los niños con TDAH no tienen un problema rigurosamente atencional, sino de funciones ejecutivas y de adaptación a la demanda externa.

Cuando la niña realiza manualidades está «haciendo» y mientras hace se siente bien, porque hay un componente motor. Pero también interviene el aspecto motivacional: le gustan las manualidades. Esto no excluye la existencia de un trastorno de déficit de atención, ya que las dificultades no se manifiestan en situaciones motivadoras y conocidas, sino ante lo novedoso y, en particular, ante las exigencias y demandas, por la escasa capacidad de la niña para adaptarse a ellas.

Cuando un niño normotípico acude al colegio piensa: «Vale, vengo al cole para aprender a escribir. Es un rollo, pero luego tengo recreo con mis compañeros y esto me compensa el esfuerzo que hago». El niño con TDAH no puede hacer este razonamiento. Por un lado, no es capaz de motivarse con la idea del recreo, porque busca la recompensa inmediata. Por el otro, le abruma tanto la tarea que tiene por delante que termina siendo incapaz de enfrentarse a ella, procrastinando o, en el mejor de los casos, haciendo «un churro» para salir del paso.

La educación escolar está orientada a los chavales normotípicos, capaces de adaptarse a un sistema poco natural que no nos beneficiaria desde la lógica del funcionamiento, organización y forma de aprendizaje del cerebro. Los niños sin trastorno «se adaptan» a este sistema. Los niños con TDAH no pueden hacerlo porque requieren de un aprendizaje en el que se priorice el movimiento (deporte) y el «hacer» sobre el «decir».

Y desde luego, si el propio colegio sugiere la conveniencia de evaluar a un alumno, yo no lo descartaría basándome en el hecho de que es capaz de mantenerse entretenido haciendo lo que le gusta.

 

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