Llamamos funciones ejecutivas al conjunto de habilidades cognitivas complejas que nos permiten, entre otras cosas, dirigir nuestra conducta hacia una meta concreta, adaptarnos a los cambios del ambiente y resolver situaciones novedosas y, en general, regular nuestros actos, pensamientos y emociones. Cualquier comportamiento que no responda a un automatismo requiere la intervención de las funciones ejecutivas.
Entre los componentes de estas funciones podemos destacar:
- Velocidad de procesamiento.
- Memoria de trabajo.
- Capacidad de acceso a los almacenes de memoria. La persona con TDAH no tiene un problema de memoria -como podría parecer- sino de acceso a los almacenes de memoria.
- Ejecución dual, entendida como la capacidad de utilizar dos canales de información a la vez. Si estoy leyendo (lenguaje escrito) y alguien me habla (lenguaje hablado), es decir, si realizo dos actividades que recaen en el mismo dominio, la persona que se dirige a mí me impedirá que siga leyendo, tenga o no TDAH. Sin embargo, puedo ejecutar una tarea manipulativa (por ejemplo, coser) mientras mantengo una conversación. En el caso de las personas con TDAH se produce una interferencia entre canales.
- Inhibición, entendida como la capacidad de controlar todos los aspectos de nuestro comportamiento.
- Flexibilidad.
- Branching o capacidad de pasar de una tarea a otra y retomar la primera en el punto en el que la dejamos.
- Planificación.
- Toma de decisiones.
Aunque sus manifestaciones son diferentes, el TDAH infantil y el TDAH en adultos comparten síntomas nucleares.
Principales síntomas del TDAH en adultos:
- Inatención.
- Impulsividad (falta de control inhibitorio).
- Hiperactividad.
- Disregulación emocional: aunque no es un síntoma nuclear rigurosamente hablando, lo incluímos en este listado por la frecuencia con que se manifiesta en los adultos con TDAH.
El TDAH no afecta por igual a hombres y mujeres
Al igual que se observan diferencias en función de las etapas evolutivas, también las hay entre sexos. Ello se debe en parte a una cuestión genética, ya que las mujeres necesitan que se exprese un mayor número de genes para que aparezca la sintomatología característica del TDAH, pero también influye, como en muchos otros trastornos, el sistema endocrino.
Los cambios en la secreción de estrógenos que las mujeres experimentamos durante nuestro ciclo vital -en particular, en la pubertad, el embarazo y la menopausia-, alteran la producción de dopamina. Esto afecta a la naturaleza e intensidad de los síntomas y provoca estados de mayor irritabilidad e impulsividad. Durante la pubertad -etapa en el que se produce un aumento de los niveles de hormonas sexuales (como el estrógeno y la progesterona), muchas mujeres con TDAH experimentan un empeoramiento de los síntomas, sobre todo, de la impulsividad y la inatención.Y lo mismo ocurre durante la menopausia, en este caso debido a la caída de los niveles de estrógenos.
El sistema endocrino influye notablemente en la aparición e intensidad de la sintomatología en la mujer con TDAH.
Los criterios diagnósticos del TDAH se han basado históricamente en estudios realizados sobre varones, en los que se observan conductas más disruptivas relacionadas con el trastorno. La mujer con TDAH, sin embargo, suele presentar un perfil más inatento. Esta es la razón de que muchas niñas y adolescentes pasen desapercibidas y alcancen la edad adulta sin ser diagnosticadas, lo que conlleva problemas adicionales. Hombres y mujeres con TDAH se enfrentan por igual a desafíos en el ámbito escolar, laboral y social, pero en el caso de las mujeres se suma, además, la exigencia añadida de la gestión del hogar y la crianza de los hijos, que sigue recayendo mayoritariamente en ellas. Aunque también se dan en los hombres, los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo son más habituales en el sexo femenino.
Cuando alcanzamos la etapa adulta sin saber que tenemos un trastorno de déficit de atención y se suman los problemas derivados del propio trastorno a los derivados de ese desconocimiento, la situación se complica. Aparecen entonces comorbilidades o sintomatología reactiva como la ansiedad.
En el gabinete nos encontramos con adolescentes que buscan reducir esa ansiedad a través de estrategias patológicas como las autolesiones o los trastornos de la conducta alimentaria, lo que destaca la importancia de ayudar a nuestros jóvenes a desarrollar estrategias efectivas de manejo de los síntomas durante esos momentos de marcados cambios hormonales.
Ante un adulto con TDAH cabe preguntarse, en primera instancia, qué corresponde al propio déficit de atención y qué corresponde a todos los problemas que han ido germinando debido a la falta de diagnóstico. La experiencia nos demuestra que un diagnóstico temprano y la oportuna intervención auguran un pronóstico mucho más favorable.
Algunas pautas para facilitar la vida diaria del adulto con TDAH
- Actividad aeróbica previa a cualquier trabajo cognitivo: mejora el rendimiento hasta un 20%.
- Música sin letra durante el tiempo de estudio/concentración: evita la interferencia de sonidos ambientales y reduce el «ruido neuronal».
- Olor ambiental a frutos naturales: mejora la atención y el rendimiento a través de las reminiscencias de nuestra memoria ancestral.
- Uso del color azul cielo en la zona de estudio o trabajo: relaja y favorece la concentración.
- Cuidar la higiene del sueño y la alimentación.
- Identificar situaciones complejas que sea posible delegar en otra persona que tiene más habilidades para hacerse cargo de ellas.
- Adaptarlas tareas cognitivas a la curva de activación. Esto requiere una labor de auto-análisis. Tal vez el mediodía no sea el mejor momento para la concentración en la persona con TDAH. Sin embargo, puede ser la ocasión perfecta para realizar tareas que impliquen movimiento o ejercicio.
- Recurrir a memoria externas que faciliten la organización. La persona con TDAH tienen dificultades para el «branching», es decir, para abandonar una tarea y retomarla después donde la había dejado. Los Post-its u otro tipo de marcadores pueden ser de utilidad cuando, por ejemplo, leemos un libro y necesitamos cambiar temporalmente de actividad.
- Planificar descansos. Mientras el estímulo es intenso o novedoso, hay un buen «chute» de dopamina. Cuando el estímulo pierde novedad, los niveles de dopamina descienden abruptamente. El movimiento o el cambio de temperatura (mojarnos la cara, por ejemplo) son dos formas eficaces de reactivar la atención.
- Evitar fuentes de distracción como alertas de móvil, ordenador, páginas web abiertas, etc.
- Solicitar adaptaciones en el puesto de trabajo siempre que sea posible. Los pequeños cambios pueden suponer una mejora radical del rendimiento.
- Uso de estrategias para el control de distractores como la «hoja en blanco», en la que escribimos aquellos pensamientos (internos o externos) que nos impiden concentrarnos en lo que estamos haciendo. El propósito de esta estrategia es dar salida a esos pensamientos y recuperarlos una vez que hemos concluido la tarea. El miedo al olvido provoca urgencias poco eficaces en la persona con TDAH. Al escribir el pensamiento intrusivo, liberamos además memoria de trabajo.
- Establecer rutinas y secuencias y, ante situaciones novedosas que necesitan de las funciones ejecutivas, puede ser útil realizar un pequeño esquema que nos indique los pasos a seguir.
- Puesta en práctica de estrategias de identificación de los primeros síntomas de ira para evitar escaladas emocionales.
- Dedicar tiempo a la introspección como ejercicio de obligado cumplimiento al final del día. Necesitamos tomar consciencia de nosotros mismos, preguntarnos cómo ha ido el día, con qué problemas nos hemos encontrado, qué creemos que los ha desencadenado, cuál ha sido nuestra actuación y, dado el caso, qué podríamos tratar de modificar la próxima vez.