La disgrafía es un trastorno del aprendizaje caracterizado por la presencia de dificultades en la expresión escrita. Es importante diferenciarla de la dislexia, con la que se confunde frecuentemente.
Por regla general, se relaciona dislexia con disgrafía. Es este un error de concepto, porque la dislexia afecta a la lectura, no a la escritura. Si el niño con dislexia también tiene dificultades para escribir, diremos que, además de disléxico es disgráfico. Hablamos, por tanto, de dos trastornos distintos. E incluso podríamos alegar que, aunque en el manual MSD-5 figuren bajo la denominación de «trastornos específicos del lenguaje», sería más preciso hablar de «síntomas».
El acto de escribir (no de copiar) implica pensar, primero, en qué queremos trasladar al papel, y este pensamiento está ligado con el lenguaje. Cuando escribimos, traducimos esa cadena de sonidos (o fonemas) a una cadena de grafemas. Para hacerlo, nuestro cerebro programa patrones concretos de movimientos de la mano que nos permiten representar esos sonidos de forma gráfica sobre el papel.
Aquí ocurre algo similar a lo que hemos explicado en otras ocasiones con la lectura: podemos recurrir a dos vías. Si la palabra que deseamos escribir es poco frecuente o desconocida, llevaremos a cabo el proceso de análisis y reproducción sonido-grafema aplicando las correspondientes reglas de conversión, es decir, a cada sonido le corresponde una forma y, por lo tanto, un patrón motor. Si, por el contrario, estamos familiarizados con una palabra por haberla escrito con frecuencia, recurriremos a la ruta que emplean aquellos que ya poseen cierta pericia en la escritura y que adopta un enfoque global. En este caso, no es necesario el análisis pormenorizado de los sonidos que componen la palabra, sino que esta se vincula, en su conjunto, con un paquete de movimientos concreto.
Esta segunda ruta no solo se utiliza con palabras conocidas. También es de uso obligado en el caso de palabras con ortografía arbitraria u homófonas (es decir, que suenan igual, pero tienen distinta grafía) donde la ruta fonológica (fonema-grafema) no nos permitirá saber con seguridad qué grafema hemos de utilizar. En estos casos, será necesario recurrir a la memoria visual para poder escribir esas palabras correctamente.