A lo largo de nuestra vida, la voz sufre profundos cambios influidos principalmente por el sistema nervioso y el sistema hormonal. Aunque también la mujer los experimenta durante la adolescencia, estos cambios son especialmente llamativos en el varón, cuando se produce la denominada «muda vocal» (13 – 15 años), en la que aumentan los tonos graves y la intensidad de la voz y que, con frecuencia se acompaña de lo que vulgarmente denominamos «gallos», causados por la inestabilidad de la frecuencia.
Cuando el niño nace, su laringe se encuentra en una posición elevada que, con el paso del tiempo, va descendiendo progresivamente hacia una posición cervical más baja al tiempo que modifica su morfología. Las cuerdas vocales se alargan y ensanchan, se agrandan las cavidades de resonancia y aumenta el volumen torácico. Este proceso continuado de evolución se interrumpe con el cambio de voz. Durante el periodo de muda, el adolescente mezcla durante algún tiempo los sonidos agudos infantiles con los tonos más graves del adulto hasta alcanzar un registro estable.
Esta disfonía es transitoria y, por lo general, no debe persistir más allá de los 18 años, en cuyo caso es recomendable la realización de una valoración que nos permita descartar patologías laríngeas.